En las grandes ciudades cada vez es más difícil trasladarse de un lugar a otro y algunas situaciones obligan a las personas a mudar residencia de forma permanente o temporal en viajes de negocios o estudios, es decir, como relocalizaciones. La comunicación por internet, ahora con imagen y sonido en tiempo real, ha cambiado nuestras vidas.  “…algo nuevo acontece y produce urgencias que se traducen en nuevas demandas.” (Edelman, Kordon y Pachuk, 2018: 24).

    Se vive en dos mundos articulados, el de los vínculos presenciales, predominante en las relaciones sociales de producción, y el de los nexos por internet, con suficiente terreno ganado como para legitimarse en muchos de los quehaceres humanos, sobre todo en los que requieren comunicación sensible a distancia.

    Las redes sociales están integrando a sus huestes a la psicología clínica y el psicoanálisis. Hoy se tiene la ventaja de la comunicación de frente gracias a internet, lo cual facilita el proceso psicoterapéutico. En principio, no se trata de una psicoterapia similar a la ofrecida físicamente, y en algunos casos es más efectiva. Esto va de contestar preguntas cotidianas con la asistencia de un psicólogo pasando por la orientación y la referencia de especialistas, la impartición de consejos o sugerencias y las psicoterapias de apoyo y expresiva.

    La educación es un modelo análogo al psicoanálisis y ha sido transformada por las estrategias de enseñanza-aprendizaje en la red virtual. Ya se puede obtener grados académicos de cualquier nivel y casi en todas las ciencias por la modalidad online, aunque faltan formas homogéneas y convencionalmente aceptables que faculten el ejercicio profesional.

    Según Saholaver (2016), el psicoanálisis “…se ha convertido en un ejercicio difundido, y el ‘futuro’ nos ha planteado otra situación a resolver: qué hacer cuando paciente y analista están separados por considerable distancia y no existe la posibilidad de desplazarse como para hacer un análisis o una formación psicoanalítica completa…” La posibilidad de comunicación laboral, educativa, familiar e íntima que ahora proporciona la tecnología y la aspiración posmoderna a elevar la productividad han socializado las sesiones online de todo tipo. En el desarrollo humano por medio del psicoanálisis cada vez serán más quienes deseen vincularse con alguien en otras latitudes, como en Viena cuando Freud recibía pacientes de otros países con el fin de vivir la experiencia terapéutica. Ahora el “traslado” es posible sin necesidad de un cambio de residencia.

    Actualmente es fácil contactar a un psicoanalista que brinde atención en la privacidad de la computadora del cliente o paciente y quizá resulte un vínculo curativo muy efectivo si se acata ciertos criterios.

    Es apropiado introducir aquí la metáfora del monitor para bebés y nichos a una distancia próxima en el hogar. La vivencia de los padres respecto a su recién nacido es cercana, aunque el niño no esté en condiciones de interactuar con la cámara.

    Según Migone (2013), es necesario considerar que la comunicación moderna ha tendido a formar nexos de nuevo orden en los cuales se puede introducir el elemento psicoterapéutico. En la conformación de un vínculo es correlativa la existencia de tres espacios psíquicos diferenciables, intrasubjetivo, intersubjetivo y transubjetivo (Berenstein y Puget, 1997). El primero está conformado por los introyectos en la psique, lo intersubjetivo por la influencia del Otro en la constitución psíquica y lo transubjetivo por lo social en el funcionamiento mental. Un esquema cibernético en el cual se encuentre inmerso el sujeto de análisis presentará estas áreas vinculares desde el comienzo de la vida como un triple registro (Krakov y Pachuk, en Krakov y Friedler, s/f).

    Un proceso psicoterapéutico implica un compromiso doble. Debe existir entrega recíproca al quehacer para un cambio psíquico en la subjetividad del paciente. Esta transformación implica la forma en que se percibe la vida y le da un nuevo significado existencial a quien la experimenta. En la relación terapéutica el analista ve satisfecho algo de su anhelo por conocer la mente humana (Coderch, 2001).

    En la psicoterapia sostener un vínculo interpretativo y curativo es primordial para la comunicación a distancia en tiempo real por internet, es decir, online. Su cimiento será la relación paciente-analista. Coderch (2001) afirma que “las interpretaciones que un terapeuta ofrece a su paciente no son nada en sí mismas si las consideramos aisladas de la relación.”

    De aquí se ha de correlacionar ciertas aptitudes de la práctica clínica tradicional con las relativas al trabajo vía internet. Por eso se requiere un analista en cambio y adaptación constantes. El psicoterapeuta online no es un improvisado. Su capacidad de observación, abstracción y atención libre flotante debe ser magnificada y asumida en plena conciencia. El conocimiento de la psicodinámica y su perspectiva acerca del sujeto en análisis son igual de profundos que en la modalidad presencial.

    El psicoterapeuta requiere por definición ciertas características especiales. De acuerdo con Werner Wolff (1950: 265) se cita:

    • Gran interés en la psicología clínica. Se requiere un psicoterapeuta interesado en el cambio psíquico y la evolución de sus pacientes.
    • Versatilidad. Implícita en la adopción de la modalidad online con toda la capacidad de conectividad posible y alternativas de sustitución para el caso de fallas en la línea de comunicación.
    • Curiosidad insaciable y constante. Tener detrás del analizado su ambiente vital genera un conocimiento adicional, lo cual implica un interés por el prójimo como individuo y no sólo objeto de estudio.
    • Empatía y compasión. Respeto a la integridad de otras personas. En todo caso, una sesión psicoterapéutica es un acto empático acompañado de tolerancia y modestia, con una relativa capacidad amistosa para no contaminar el proceso.
    • Autoanálisis. Es deseable que el terapeuta ya haya tenido la experiencia de analizarse y supervisarse vía internet para que no trabaje en un medio extraño.
    • Sentido del humor. Reaccionar con alegría empática, tacto y espíritu de cooperación, sin burla ante las vicisitudes de ambos, y procurar esta actitud en el paciente es esencial para el cambio en los estados de ánimo negativos o depresivos persistentes.

     

    Los puntos anteriores plantean la necesidad de una alianza terapéutica. Meissner (2007: 231) reformuló el concepto para incluir los factores y las dimensiones de la relación analítica del pacto terapéutico y determinar el contexto en el cual tienen lugar intervenciones efectivas, interacciones y comunicación interpretativa. Esta composición tripartita de la relación analítica es el contexto inicial para entender la alianza del fenómeno transferencia-contratransferencia y la relación real. Se requiere considerar esta concepción en el ambiente cibernético, pues tal manifestación se presenta en cualquier clase de vínculo.

    Cabe aquí concebir a la transferencia y la contratransferencia en la relación. La primera se refiere a las situaciones emocionales del paciente ante el analista acerca de vínculos significativos del pasado, sobre todo la infancia. Situación análoga ocurre al terapeuta cuando existe una respuesta emocional ante el paciente respecto a una situación de cumplimiento de deseo o complementaria o una identificación con sus vivencias de forma concordante.

    Es importante el acuerdo entre ambas partes, es decir, establecer un encuadre, definido como situación en la cual se producirá la constancia en el análisis y la atención a sus variaciones. En todo caso y en cualquier enfoque lo interesante es el discurso del paciente, de forma que emerja su inconsciente en asociación libre y sea escuchado por el analista sin prejuicios ni intervenciones que favorezcan la resistencia (Sahovaler, 2016). En el análisis hay que promover la transferencia hacia interpretaciones mutativas, revisando de vez en cuando las formas de la conexión.

    En este punto hay que cuestionar de nuevo la modalidad en línea. ¿Es capaz de establecer la transferencia? Es decir, ¿se puede reeditar vivencias psíquicas emocionalmente significativas con la persona del otro lado de la pantalla? Si bien la transferencia es inherente a todas las relaciones humanas, su presencia influye más en la cura si se le percibe e interpreta. El proceso analítico no crea el traspaso pero lo devela al situarlo como base de la sanación. Existe una cesión de calidad en el análisis online.

    La psicoterapia virtual produce un fenómeno de translocación mutua entre paciente y analista, quien puede conservar una neutralidad relativa pero a la vez está “dentro” de la vivencia cotidiana del tratado, no importa en qué lugar del planeta se encuentren ambos. Pareciera que en el caso del vínculo por internet el paciente  expresa: “No voy a tu lugar a representarte mi realidad sino que desde mi propio lugar te la presento.” Dada la aparente falta de cuerpos conocidos y próximos en una proxemia realística, se expresa un fenómeno en principio irrepresentable, pero que, dada la popularidad actual de estos medios de comunicación, ya no lo es tanto, pues se aproxima a otra clase de realidad, análoga a la situación transferencial y que será parte del análisis. Es decir, para ambas partes se explicará la clase de vínculo.  

    También se debe visualizar el tema de la resistencia. La versión online puede facilitarla en el momento de la sesión si no se pone reglas claras y son respetadas por ambas partes. Como el paciente se encuentra en su ambiente quizá haya distractores cotidianos o interrupciones para favorecerla.

    Para Thomä y Kächelle (1985: 66): “Al desarrollo de la transferencia, no importando sea esta positiva o negativa en su contenido, se le oponen pues, no sólo y paso a paso, las más diversas formas de resistencia…” Un proceso online presenta dificultades si la modalidad se pone al servicio de la renuencia.

    Constituirse en otro significativo en la vida del paciente en una sesión a distancia implica una mayor atención relativa del analista. Un error contratransferencial puede convertir la “atención libre flotante” en una distracción en la relación analítica. El terapeuta debe estar atento a las causas de sus devaneos.

    La psicoterapia online permite intervenciones de apoyo entre sesiones, con llamadas al celular, conversaciones en texto o videollamadas, en relación con la constitución de un Yo auxiliar representado por el psicoterapeuta, quien facilita las elaboraciones del paciente durante todo el proceso analítico.

    Es conveniente que el psicoterapeuta online ya haya tenido la experiencia de analizarse por tal medio. Haber vivido la experiencia de tomar psicoterapia así es una ventaja para trabajar en un proceso similar. Este autor lo ha hecho, alternando las citas vía Skype y las presenciales. La modalidad ha sido de 90 minutos semanales y 120, respectivamente, en promedio cada 45 días, tratado por una analista de la Asociación Psicoanalítica Argentina. En cuanto a funcionar como psicoterapeuta, practica con pacientes ya analizados en procesos presenciales y que se han mudado a otra ciudad. En este momento se traslada a otro estado del país y desea ejercer la práctica con algunos ya en tratamiento presencial y otros con quienes se promueve la consulta. Incluso se plantea la posibilidad de trabajo grupal (Pachuk, 2014). También ha supervisado terapias vía online, lo cual ayuda a la concepción de un vínculo.

    Acerca del proceso, las partes evitarán distraerse durante la sesión, las miradas se cruzarán lo más posible y el terapeuta observará las reacciones faciales del paciente y las propias contratransferenciales. Hay un tema adicional si quien solicita psicoterapia online no lo hace como parte de un síntoma, es decir, que debido a su aislamiento, por ejemplo en los casos de depresión o fobia social, prefiera salir de su casa para “solicitar” ayuda psicológica. Por eso la mejor solución para cuando se dificulta la psicoterapia presencial en su totalidad parece ser un tratamiento híbrido, en el cual se alterna sesiones presenciales y online. En sentido inverso, esta modalidad puede abrir la puerta para que las personas se rehabiliten en el establecimiento de vínculos significativos (Pachuk, 2014).

    Es cierto, la tradicional ortodoxia psicoanalítica quizá se alarme por la propuesta de llevar a cabo estas innovaciones, pero la época actual obliga a pensar diferente y encontrar nuevas posibilidades para los procesos de cambio psíquico.

     

    Referencias:
    Berenstein, I. y Puget, J. (1997). Lo vincular: clínica y técnica psicoanalítica. Barcelona, Paidós.
    Coderch, J. (2001). La relación paciente-terapeuta. El campo del psicoanálisis y la psicoterapia psicoanalítica. Barcelona, Paidós.
    Edelman, L., Kordon, D. y Pachuk, C. (2018). Vínculos en crisis. Los grupos y las nuevas subjetividades en la era tecnológica. Buenos Aires, Lugar Editorial.
    Freud, S. (1910b). The future prospects of psycho-analytic therapy. Collected papers, 2.
    Meissner, W. W. (2007). Therapeutic alliance. Psychoanalytic Psychology, 24(2):231-254.
    Migone, P. (2013). Psychoanalysis on the internet. Psychoanalytic Psychology, 30(2):281-299.
    Pavón, H. (2016). Stefano Bolognini: Freud deja el diván y habla por skype. Entrevista. Buenos Aires, El Clarín, 29 de agosto de 2016.
    Pachuk, C. (2014). Terapia de grupo virtual. Curarse por Internet. Buenos Aires, Lugar Editorial.
    Pachuk, C. y Friedler, R. (s/f). Diccionario de psicoanálisis de las configuraciones vinculares. Buenos Aires, El Candil.
    Sahovaler, D. (2016). El sujeto escondido en la realidad virtual. De la represión del deseo a la pornografía del goce. Buenos Aires. Letra Viva.
    Thomä, H. y Kachëlle, H. (1985). Psychoanalytic process research strategies. Springer, Berlin. Heidelberg, New York, London, Paris, Tokyo.
    Wolff, W. (1950). Introducción a la psicopatología. México, Fondo de Cultura Económica, 1956.

     

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