Bullying

De: Psicogrupo
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Una de las categorías predominantes en la consulta de psicoterapia psicoanalítica actual, es la manifestación de las pulsiones agresivas en la población juvenil. Dentro de ellas, se halla el bullying o acoso escolar.

En México, 32% de los menores de 15 años consultados en una encuesta presentada por la Secretaría de Educación Pública, afirmaron ser víctimas de maltrato en la escuela; más de 15% aseguró ser insultado y 13% dijo ser golpeado por sus compañeros. En términos generales, la población docente de los bachilleratos ve con impotencia, cómo las conductas resultantes de la agresión se multiplican y las intervenciones para prevenirla o reducirla, no son eficaces.

Las instituciones psicoanalíticas pueden contribuir al enfrentamiento de esta problemática, mediante el diseño de actividades educativas que empoderen a los docentes en el manejo de crisis de agresión. Aquí se afirma que el bullying o acoso escolar, es el resultado de las pulsiones agresivas, dirigidas hacia una víctima que es seleccionada por motivaciones inconscientes grupales. Se trata de la exposición de un individuo, una y otra vez, a interacciones negativas por parte de una o más personas dominantes, que obtienen en cierta forma satisfacción por el sufrimiento de su víctima (Twemlow, 2000). Es un síntoma agresivo grupal de toda la escuela y, ningún miembro de la comunidad escolar, incluídos los padres de familia, es ajeno a él.

Existe el acuerdo generalizado de que las experiencias de acoso escolar incluyen, no solamente agresión física, sino también la verbal; incluyendo la ofensa, el esparcimiento de rumores, el acoso en las redes informáticas y el rechazo o aislamiento social (Hamburger, Basile y Vivolo, 2001).

Existen explicaciones psicoanalíticas para el fenómeno creciente del acoso escolar o bullying (Twemlow, 2000); en ellas, se postula que existen rituales o tácticas de exclusión que se encuentran enraizadas en un instinto de supervivencia grupal. El bullying es una de dichas estrategias y es por ello, un problema de poder.

Sobre las manifestaciones de la pulsión agresiva, existen diversas apreciaciones psicoanalíticas. Las pulsiones agresivas insuficientemente metabolizadas (Kernberg, 1998), dan lugar a patologías del carácter en las que los impulsos no pueden controlarse. Un grupo que comete bullying, se encuentra en una regresión narcisista, propia de las patologías de carácter individuales. Esto se exacerba en la adolescencia, en la medida en que los conflictos de identidad no parecieran resolverse.

Para este autor (Kernberg, 2004:120): “La base biológica de la agresión y la destructividad, da lugar a un potencial humano universal para experimentar y expresar afectos agresivos. Estos afectos están basados en relaciones inconscientes internalizadas”

En el aula, el joven que comete agresión, es víctima de ella en otro ámbito; normalmente en el familiar. Con su actuación escolar, el agresor quiere ser reconocido y querido. Lee (2004) y Cowie (2008), han encontrado por referencia de menores no abusados que observan el acoso, que los niños son víctimas por:

1. Algún atributo físico.

2. Problemas de aprendizaje.

3. Reacción o disposición emocional en el que la víctima tiene excesos emocionales de agresión, depresión o angustia. Se comete bullying contra quien tienda al aislamiento.

4. Por retaliación a alguna conducta como puede ser no incluirse, ser provocador o presuntuoso.

5. Por alguna diferencia en su aspecto, actitud o preferencia.

6. Por una condición transferencial.

7. Por ser un nuevo integrante aún no aceptado.

Ser víctima o victimario, se encuentra asociado a depresión (Hawker y Bolton, 2000). Ésto, al parecer, es el resultado de la agresión no metabolizada adecuadamente durante la adolescencia. La agresión sufrida en la adolescencia, es un evento traumático que puede afectar la estructura de personalidad (Maldonado, 2006). La agresión se transforma en violencia cuando se identifica como toda acción (u omisión), intencional que puede dañar o daña a terceros (Serrano, 2006).

Existen criterios para identificar a una escuela violenta (Hamburger, Basile y Vivolo, 2001):

1. Alto nivel de frustración de los profesores. En el planteamiento económico global, el salario relativamente decreciente del profesorado de todos los niveles y la falta de alicientes para la superación académica, además de situaciones sociales y familiares que les atraviesan, hacen que el cuerpo docente de las escuelas tenga la tendencia a mantenerse ajeno a problemas como la violencia.

2. Un bajo nivel de involucramiento de los padres ante el surgimiento de la violencia escolar, sin proactividad en la solución de problemas. Cabe decir, que cada vez, es más difícil que los padres se acerquen a la escuela.

3. Tolerancia de la escuela a los problemas de poder que surgen entre los alumnos, sin ningún plan de acción específico para su manejo.

4. Alto número de expulsiones o de salidas voluntarias atribuibles a la violencia.

5. Peleas verbales y físicas frecuentes entre los estudiantes. El surgimiento del acoso cibernético también es un indicador en este sentido.

6. Actividades de reclutamiento de la delincuencia organizada. Esta manifestación no es denunciada a las autoridades competentes por la dirección de la escuela, siendo omisa incluso por amenazas. Debe entenderse que el acoso escolar es un primer paso para formar parte de un grupo criminal.

7. Detección de uso frecuente de drogas y alcohol e incluso de población estudiantil ya afectada por la adicción.

8. Un relativo bajo nivel académico y tendencia de la escuela a bajar las exigencias de esta índole.

Debe entenderse que el acoso escolar es un síntoma individual; pero también, en la misma magnitud lo es familiar, escolar y social. La violencia escolar crece porque es el reflejo de la violencia social. Una intervención “en la escuela”, permite un abordaje de mayor trascendencia, pero no debe soslayar el alcance terapéutico familiar, con las debidas recomendaciones e involucramiento de los padres de familia. Lo social puede alcanzarse con el éxito reproducible que tengan estas intervenciones escolares.

¿Cuál es la responsabilidad del docente? ¿La de la familia? En el fenómeno de la agresión, que se manifiesta en el bullying y en las adicciones, toda la comunidad escolar se encuentra involucrada y por ello, las intervenciones psicoterapéuticas deben abarcar todo el espectro. Todo esto debe ser tomado en cuenta por los docentes a fin colaborar en la conducción de un grupo de adolescentes hacia la convivencia y el mejor desarrollo de sus competencias.

 

Referencias 
Cowie H, Jennifer D. 2008. New Perspectives on Bullying. Open University Press: Maidenhead
Hamburger, M. E. Basile, K. B. Vivolo, A. M. Measuring Bullying Victimization, Perpetration, and Bystander Experiences: A Compendium of Assessment Tools Centers for Disease Control and Prevention. National Center for Injury Prevention and Control Division of Violence Prevention, Atlanta, 2011.
Kernberg, O. (1998). Ideología, Conflicto y Liderazgo en Grupos y Organizaciones. Barcelona, Paidós, 1999. Kernberg, O. (2004). Sanción a la Violencia Social: Un Punto de Vista Psicoanalítico, en: Controversias Contemporáneas de las Teorías Psicoanalíticas, sus Técnicas y Aplicaciones. México, Manual Moderno, 2007. Lee, C. (2004) Preventing Bullying in Schools : A Guide for Teachers and Other
Professionals London, GBR , SAGE Publications, Maldonado, J.L. (2006). Vicissitudes in Adult Life Resulting From Traumatic Experiences in Adolescence. Int. J. Psycho‐Anal., 87:1239‐1257. Novotney, A. (2014). An all‐out anti‐bullying focus. Monitor on Psychology. Washington, American Psycologycal Association March 2014, Vol 45, No. 3
Serrano, Ángela (2006). Acoso y violencia en la escuela: Como detectar, prevenir y resolver el bullying. Barcelona, Editorial Ariel. Twemlow, S.W. (2000). The Roots of Violence: Converging Psychoanalytic Explanatory Models for Power Struggles and Violence in Schools. Psychoanal Q., 69:741‐785.

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