En primer lugar, cabe la compasión y empatía con las personas que sufran la muerte de seres queridos debido al contagio de COVID19.
A lo largo de la pandemia, en la experiencia clínica han surgido ciertos cuestionamientos fundamentales por parte de las personas que acuden a consulta y redes sociales. En este artículo se reproduce lo que en términos de investigación cualitativa pudiera considerarse un conjunto no limitativo de preocupaciones psicológicas relevantes.
1. ¿Por qué nos deprimimos debido a la pandemia?
La realidad pandémica ha sido avasallante. No hay quien se haya librado de ella. Si bien no todos nos hemos enfermado, sí vivimos consecuencias del COVID 19. Un tema importante a tratar en lo que se refiere a educación, inmunidad psíquica y resiliencia en la pandemia es el de la depresión. El filósofo Esloveno Slavoj Sisek en la entrevista de Patricia Gosálvez publicada en el País el 23 de enero de 2021, a una la pregunta expresa de ¿Cómo estamos ahora? Responde:
Con fatiga crónica. En primavera sufríamos más, pero ahora, aunque en Eslovenia hay 20 veces más contagios, la gente es más indiferente. No es una indiferencia celebratoria, es desesperada. Nadie sabe qué va a pasar. La gente está literalmente perdiendo el deseo. En Sarajevo, con los francotiradores en los tejados, la gente luchaba por sobrevivir; después, cuando acabó la guerra, llegaron los suicidios. Me temo que ahora pase lo mismo. En medio año puede que la crisis sanitaria esté más controlada, luego vendrá la económica, y la tercera ola será psicológica, los derrumbes emocionales, las generaciones destruidas. La depresión COVID proviene en parte del coraje que da que algo desconocido que entra a la casa sin tocar la puerta. Tener un enfermo en casa, cansa, preocupa y deprime.
En esa tercera ola ha llegado la depresión. La depresión también viene del coraje que da que algo desconocido, como no se puede usar agresión en contra de ello, pues hay que retraerla y justamente la contención de la agresividad será lo que produzca la depresión. “Recibo los pacientes y veo que todos los que se han deprimido en estos últimos meses, es por la misma razón: una fuerte acumulación de angustia” dice Juan David Nasio en una entrevista para El Clarín (2020). Otro Psicoanalista, José Cueli (2020), retomando el concepto de lo Ominoso de Freud, dice: “Ante el enemigo sin rostro, ante el retorno de lo reprimido, ante la amenaza de lo fantasmagórico aparecen, inevitablemente, las fantasías más arcaicas, la paranoia y las actuaciones fuera de la realidad”. Otra vez la palabra de Nasio (2020): “La tristeza en la depresión Covid 19 es una tristeza con angustia, es una tristeza ansiosa, es una tristeza atormentada y además es una tristeza irritable, está enojado”. Los saltos intermitentes desde la postración devienen violentos y eso multiplica la violencia hogareña.
Para Edith Jacobson (1971: 97), cuando se es presa de la depresión el sujeto se siente “inerte e indeciso y, en verdad no está de ánimo para trabajar, ni para desempeñar actividad alguna…se alterna entre la desesperanza, el abatimiento y la furia”. Una manifestación extra – sintomática de la depresión es que de pronto pueden haber exabruptos violentos. Esto conlleva la reminiscencia a los estados de desamparo originario del recién nacido. Yago Franco (2020) afirma que “La del desamparo es una angustia que no tiene representación. Ese desgarro que produce el dolor de origen deja marca”.
También surge la depresión como producto de la cuarentena o del aislamiento. Existe diferencia entre ambos conceptos: La cuarentena es la separación y restricción de la circulación de las personas que potencialmente han estado expuestas a una enfermedad contagiosa para determinar si se enferman, reduciendo así el riesgo de que infecten a otros. Esta definición difiere del aislamiento, que es la separación de las personas que han sido diagnosticadas con una enfermedad contagiosa de las personas que no están enfermas; sin embargo, los dos términos se utilizan a menudo indistintamente, especialmente en la comunicación con el público.
Más allá de las restricciones a la movilidad, en países como México hay una necesidad de salir a la calle o a los puestos de trabajo para obtener el sustento diario, puesto que la mayor parte de la población está auto – empleada o las empresas para las que trabajan decidieron hacer un cierre parcial, incluso en contravención a disposiciones sanitarias de las autoridades. Y sin embargo, los que salen también se pueden deprimir. Por ejemplo, pueden tener como desencadenante la baja de ingresos.
En esta situación pandémica, se quisiera volver a lo de antes. En este sentido se pretende una identificación con quienes éramos antes de la explosión global de la enfermedad. Pero esto ya no será posible. Cuando no se logra este ideal, surge la depresión. En el extremo está el agravamiento de los pensamientos depresivos que acabe en psicosis y suicidio. En esto hay que pensar constantemente desde el trabajo de la salud mental.
Hay que agregar a estos cuadros depresivos pandémicos los que se relacionan directamente con la enfermedad. En primer lugar los provenientes del duelo de una persona fallecida, cuyos familiares y personas cercanas habrán de procesar y el otro el que tiene que ver con el resultado de haber padecido la enfermedad. En el segundo caso, se presenta la necesaria consecuencia neuropsicológica directa y la psicológica que tiene que ver con enfrentar una posible recuperación prolongada.
Claro está, para cualquier clase de depresión hay cura y en este caso se necesita un proceso de adaptación que permita al sujeto reconocerse como alguien que ha tendido a este decaimiento y que puede salir de ello hacia una nueva forma de vida.
La cura de la depresión implica un cambio en la forma de pensar (Tovilla, 2017). Al parecer, la pandemia ha generado un introducto pesimista al pensamiento social. Algo que va más allá incluso de los temas apocalípticos visibles a lo lejos. El cubrebocas y el machacamiento mediático y gubernamental son pruebas patentes, cotidianas, de que se está haciendo realidad el pensamiento ominoso. De ahí que se tiene que poseer mucha energía y esfuerzo colaborativo para que los pensamientos se transformen y pasen a ser constructivos y creativos. Se trata de mejorar el estado de ánimo de una manera general, si bien se sabe que siempre estará supeditado a las percepciones que se reciben y se metabolizan en la psique.
Acostumbrarse a frenar los pensamientos negativos y catastróficos propios de la mentalidad depresiva es algo para lo que se debe recibir ayuda psicoterapéutica. La psicoterapia para el depresivo ayudará también a encontrar nuevas soluciones ante la emergencia de nuevas situaciones disruptivas con potencial traumático. Es decir, la psicoterapia produce resiliencia. Hay que pensar que una persona que no está deprimida tiende a cuidarse más y al hacerse consciente de ello puede sentirse más habilitada para hacer el bien y dejar de proyectar atributos o sentimientos negativos en los demás para luego identificarse con ellos.
Además está la cuestión vincular. La pandemia ha traído nuevas formas, En especial está el vínculo a través de las redes sociales de internet que se ha detonado de manera significativa. Pero esto no basta para salir de la depresión, sobre todo sí lo que el sujeto comparte y recibe en sus redes también son ideas depresivas. ¿Cómo hacer llegar el optimismo a través de Facebook? Por ejemplo.
2. ¿A qué Clase de Nueva Realidad nos Enfrentamos?
Como una crisis global sin precedentes, que implica un gran choque con retrocesos severos, la pandemia ha irrumpido, disruptivamente en nuestro psiquismo ¿Cómo vamos a vivir y sentir después de que pase? Sin duda hay un potencial traumático que afectará a muchísimas personas, haciéndolas damnificadas pero no a todos en el mismo grado. Habrá quienes necesiten tratamiento psicoterapéutico como verdaderos damnificados y otros a los que solamente haya que atender, puesto que a similitud de lo que pasa en la situación médica, hay analogía con la salud mental.
Cuando se habla de potencialidad, se rechaza la hipótesis popular que asigna la categoría traumática y generadora de psicopatología a cualquier situación disruptiva (Benyakar, 2000). Hay personas resilientes que sobrepasarán esta crisis sanitaria, económica y social sin recibir un daño psíquico. Es decir, serán resilientes.
Esta crisis es un hecho disruptivo nunca visto; puesto que se trata de una pandemia que fue contagiada y comunicada a nivel mundial a una velocidad vertiginosa en ambos casos. Además, en cada país se le trató de dar un significado diferente. Lo cierto es que cientos de millones de personas están en cuarentena, tratando de protegerse y proteger a otros del contagio, aunque se sabe que la sobrevivencia de la especie humana depende de la inmunidad que precisamente se genera en las personas que se enferman y sanan.
La teoría psicoanalítica de lo disruptivo propulsada por Moty Benyakar (2002) es un modo de explicar cómo la afectación psíquica del encierro es un hecho disruptivo que tenderá a impactar el aparato psíquico de muchísimas personas, que en su momento requerirán tratamiento psicoterapéutico que no podrá postergarse. De hecho, la atención y el tratamiento debiera ser ya algo que estuviera actuando durante los tiempos de la cuarentena para evitar al máximo las situaciones productoras de trauma psíquico, de tal suerte que las consecuencias no se tramiten de forma patológica y que lo disruptivo del evento no tenga consecuencias psíquicas graves, ni individual ni socialmente.
“Impacto disruptivo” significa que algo del mundo exterior provocó una alteración en la modalidad propia, en las costumbres. Ese cambio puede ser negativo o positivo. Atender estas situaciones con potencial traumático tiene desarrollos provenientes de hallazgos dados en las fases posteriores a las guerras y eventualmente, desastres naturales. Pero no se tenía una experiencia del tipo que se está viviendo con la pandemia del COVID 19, puesto que trae consigo los elementos ominosos de la alta tasa de contagio y mortalidad, su dispersión global imparable, la invisibilidad del virus y las medidas extremas de prevención, que en sí mismas afectan psíquicamente. Ante esta nueva realidad, ¿Cuáles serán las nuevas formas de relacionarnos?
Benyakar, en una entrevista con Mariana Vilnitzky (2020) habla de dos conceptos básicos que “El primero es la prevención. Tomar medidas para lo que ya conozco, cómo me doy la vacuna para la gripe. Y el segundo es la precaución, que es prepararse para lo desconocido. Una de las consecuencias del coronavirus en países que son relativamente sanos, con sistemas políticos sensibles, es que van a aparecer actitudes precautorias”.
Por ejemplo, es un error plantear seguir el programa de estudios normal a través de clases online cuando niños y adolescentes se encuentran confinados en sus casas al lado de los padres. Más bien es una oportunidad única para que haya un encuentro tripartita simultáneo entre educandos, escuela y padres. Que la sociedad se prepare y descubra los recursos disponibles ante este tipo de situaciones es de la mayor importancia y al parecer esta actitud debe ser incluida en los programas de estudio.
Habrá que acostumbrarse por ejemplo a la “sana distancia”, sobre todo con los extraños. Una situación patológica será que los sentimientos paranoicos que se manifiestan en el supuesto básico de “ataque – fuga” de Bion (1961), en que el grupo se une para huir y luchar contra algo, desplazando la culpabilidad en otros significantes, se pudiera multiplicar y generar con ello xenofobia y discriminación o bien ser tomadas por líderes patológicos que tengan intenciones políticas y hasta delictivas.
Hay cuestionamientos que ya se empiezan a producir. Toda la gente quisiera tener certeza sobre su nueva condición existencial, en términos de percepciones, emociones, actitudes, conductas, forma de vincularse luego de que se levante la cuarentena y se empiece a superar la crisis sanitaria, económica y social que sin duda se ha presentado.
Si se cuenta con ahorros y trabajo, pues la situación será mejor. Perder el empleo o disminuir su carga y por ende los ingresos constituye una afectación económica y psíquica importante. El hecho de haber padecido la enfermedad o haber tenido un familiar enfermo y peor aún, alguien cercano que haya fallecido, sin duda constituyen situaciones de gran potencial traumático.
Se habla de cómo vivir con el virus, con las pandemias que ya existían o con las que surjan además y cómo controlarlas. Tampoco deben olvidarse las situaciones ambientales de contaminación, destrucción del medio ambiente y calentamiento global. Además, cada vez más, el capitalismo enfrenta problemas para subsistir.
Todos estos flagelos van a interactuar en el futuro. ¿Qué puede oponerles la humanidad? En primer lugar, es necesario tener un pensamiento complejo eficaz, puesto que como se afirma, son varias las situaciones a resolver que se presentan disruptivamente de forma combinada en el futuro inmediato. Ante todas ellas, cada persona y en forma social se reciben impactos en la psique.
Habrá que aprender a vivir con la emergencia constante de nuevas pandemias de gravedad variable, que se suman a otras situaciones disruptivas como son las guerras y los embates de la naturaleza, terremotos, tsunamis, ciclones, erupciones volcánicas y otras. Surgirá una nueva cultura, que irrumpe ya en este momento. Por ejemplo, será una situación peculiar en la percepción de las personas ver en un programa de televisión una escena que parezca ajena a la realidad por el simple hecho de que los actores no conservan allí la “sana distancia”.
Otra situación con la que hay que lidiar es con los impactos psicológicos de las noticias falsas que incluso con un interés político perverso se diseminan en medios masivos de comunicación y redes sociales de internet. Estar en casa ha producido un aislamiento de la voracidad del sistema consumista, si no se ha elegido la consulta compulsiva de tiendas online.
EL COVID19 es un tipo de pandemia nueva, de la que se sabía específicamente poco al comenzar, aunque había otras enfermedades de origen viral para las cuales ya existían vacunas y medidas preventivas. Pero la capacidad de contagio de esta novedad mórbida sobrepasó a los sistemas de salud de todo el mundo. Es una situación desastrosa en la que ha habido o habrá destrucción de la capacidad productiva, debido a la paralización de actividades, un gran número de damnificados y una notable desorganización social.
La tasa de contagios habrá de bajar y la población en general debe estar segura de que eso está sucediendo. Este es un problema de percepción y si hay un grupo de la población que esté minando con noticias falsas de intención política clara a la autoridad sanitaria, esto afectará la forma en que se percibe la posibilidad de salir. Quienes salgan por necesidad económica, cuando ésta venza al miedo de infectarse, podrían estar relativamente controlados si tienen un tiempo para salir y otro para guardarse.
Pero hay que recordar que nuestra sociedad tiene una gran capacidad de adaptación y con ello es suficientemente resiliente para enfrentar esta situación crítica. En un posible rebrote de la epidemia después de haber relajado las medidas, la consecuencia será que los contagios serán tanto en los lugares de trabajo y las calles como en los hogares donde antes prevalecía el confinamiento.
Esta salida, que se espera sea gradual, también afectará de forma diferenciada a las personas. Hay que considerar:
- Predisposición temprana a ser afectado agudamente por eventos disruptivos. Esto tiene que ver con eventos psico-neurológicos internos que debilitan o fortalecen y la neuro – biología del trauma.
- La existencia de situaciones traumáticas ya acumuladas provenientes de hechos disruptivos anteriores con potencial similar, que desbordan la capacidad de procesamiento psíquico.
- Ante la disruptividad del evento, ansiedad de muerte y pérdida de sentido de la invulnerabilidad.
- Falta de sentido en la experiencia existencial debido a los cambios en la convivencia social derivada del confinamiento. Esto resalta la importancia del apoyo social, puesto que nos necesitamos para salir de la crisis.
- Existirá un continuum de daño recibido, desde las personas totalmente resilientes, hasta las personas que sean severamente damnificadas. Esto debe considerarse para la atención y tratamiento psicológico. El daño a cada persona debe cuantificarse objetivamente y no generar victimizaciones.
La pulsión de muerte se hará presente al término de cada fase epidémica. Es decir después de cada rebrote de ella, mientras no se encuentre vacuna. La gente, debido a todas las frustraciones y pérdidas. saldrá de su encierro con ira y ésta deberá contenerse con la razón y sin represión. También habrá una salida hacia la renovación del consumo de las familias, pero tal vez éste sea menos impulsivo y más cauto.
La fortaleza yoica permite la resiliencia ante esta epidemia. Con ella se logra la afirmación hacia el exterior para conocer los estímulos, memorizar las experiencias de ellos, evitar estímulos intensos y enfrentar adaptativamente aquellos moderados. Internamente, da lugar al afrontamiento de instintos y su debida sublimación, si se pueden o deben satisfacer o bien aplazándolos e incluso suprimiéndolos totalmente. La resiliencia se relaciona con la función adaptativa y la capacidad de demora o supresión de instintos destructivos. Las psicoterapias cambiarán en sus formas y vínculos y deberán orientarse a que se logre mayor conocimiento acerca del fortalecimiento psíquico de la inmunidad (Tovilla, 2020a).
Las soluciones que se dan desde el trabajo psicoterapéutico individual, familiar y social son importantes para salir de la pandemia hacia una nueva realidad. Estamos tratando de contestar al gran cuestionamiento social de ¿Qué hacer para sentirme mejor y moverme hacia adelante con nuevas soluciones después de esta crisis?
Las personas tienen que actuar con humildad y pedir ayuda, pero también desde el lado de la atención y tratamiento, los psicólogos y psiquiatras habremos de estar atentos a las necesidades de la gente, ya desde este momento de transmisión epidémica.
La psicoterapia es una orientación para una nueva visión existencial de quien la pide. En estos tiempos pandémicos, cada persona debe saber que su atención psicológica por un profesional es importante para no quedar arrollado por esta época crítica. Toda intervención psicológica requiere de una persona entrenada y certificada, de esta manera sí es posible contar con apoyo para cambiar de perspectiva.
Puede ser que se necesite confrontar a la sensación ominosa o de inminente catástrofe con un trabajo orientado hacia mejorar el optimismo, recalcando en cada persona, familia y grupo social la capacidad de avanzar a pesar de situaciones catastróficas, es decir, haciendo un reconocimiento de las capacidades de resiliencia del ser humano. Tenemos que generar una perspectiva muy diferente a la que los medios masivos de comunicación han generado haciendo énfasis en muerte y desolación ante la epidemia, en gran medida con fines políticos pagados. Se tiene que rescatar la mirada positiva de un futuro mejor para todos, en el que haya colaboración social plena y esperanza.
Esto implica un esfuerzo psicoterapéutico social en pos de que todas las personas se reconozcan unas a las otras su capacidad de resiliencia y que esto pueda reproducirse en medios masivos y redes sociales de internet. Hay que cambiar el paradigma derrotista de que la crisis global es apocalíptica e insuperable. No habrá soluciones inmediatas a las percepciones que se están dando con motivo de la pandemia, pero un esfuerzo intensivo y coordinado en pos de un nuevo estado de equilibrio psíquico saludable para todos dará lugar a un camino resiliente, como una meta real y plausible.
Tienen que funcionar cada vez más líneas de acceso al apoyo psicológico, en la medida de lo posible presenciales o en una modalidad online especializada para cada caso y dar tratamiento a afectaciones como las siguientes:
- Estados de ansiedad y situaciones fóbicas.
- Crisis histéricas.
- Conductas suicidas.
- Despersonalizaciones.
- Reacciones neuróticas depresivas.
- Reacciones traumáticas.
- Reacciones psicóticas y de agresión extrema.
Cada una de estas categorías psicopatológicas requiere de atención psicológica y psiquiátrica especializada y no basta con que se recurra a líneas telefónicas de ayuda, que bien pueden servir para la referencia. Familias, grupos sociales, escuelas, empresas, instituciones y el Estado deben organizarse para contratar a expertos en salud mental que ofrezcan la ayuda apropiada.
También es necesaria y urgente la atención psicológica urgente a los equipos de salud que se encuentran en la primera línea de atención médica. Es cierto que este personal es el que mayor impacto psicológico está sufriendo en la crisis pandémica, con shocks emocionales iniciales que implican diversos comportamientos que se tornan riesgosos, shocks emocionales prolongados que generan una incapacidad social y profesional con la sensación de estar en un ambiente caótico y agresivo. También hay que tratar en estos especialistas las descargas emotivas tardías.
La prevención del pánico colectivo en sus fases previas, de shock, reacción y resolución, debe ser también atendida desde estos momentos y de manera constante cuando sobrevenga la nueva realidad post – pandemia. Hay que confrontar todo estilo de afrontamiento no racional y que sea perjudicial para el tejido social de manera psicoterapéutica y no represiva. Habrá que procurar la restauración y mejoramiento del tejido social para que las respuestas del comportamiento colectivo ante estos desastres naturales sean más eficaces.
Esta crisis es un ataque evidente a los valores de la sociedad narcisista, ya que un ente invisible ha destruido principalmente al tejido social consumista que prevalecía y empuja a un cambio cultural. Ante una situación desesperada, rendirse al cambio y crecer es una vivencia cuya elección es notable, trascendente y que ha llegado en el momento más inesperado. Todos tenemos un papel importante en esta nueva época que se adviene, en cuyo inicio la pandemia ha dejado una marca indeleble.
Mientras se acude a la ayuda especializada, compartir la fortaleza, experiencia y esperanza entre los miembros de la familia y amistades con la sana intención de generar resiliencia colectiva, es decir la capacidad de superar crisis de manera frecuente y adquiriendo de ello más fortaleza y experiencia, puede ayudar a que no se desborde la angustia, el pesimismo y la depresión en las personas que hoy se encuentran en confinamiento pandémico.
3. Aspectos Psicológicos de la Vacunación.
Los factores fuertemente asociados con la absorción incluyeron percibir que la vacuna no era segura, que causara efectos secundarios a corto plazo o problemas de salud a largo plazo y creer que la vacunación anual puede sobrecargar el sistema inmunitario (Smith y Cols. 2017).
Los cambios en la percepción del riesgo debidos a COVID-19, y la vacunación previa, pueden servir para influir en la toma de decisiones entre los cuidadores con respecto a la vacunación contra la gripe en la próxima temporada. Para promover la vacunación contra la gripe entre los niños, los programas de salud pública pueden aprovechar esta información (Goldman y cols., 2020).
Existe una carrera científica, colaborativa por cierto, entre científicos de todo el mundo para producir una vacuna segura y eficaz para el virus que causa COVID-19. Pocos meses después de que el nuevo coronavirus emergiera en China, los investigadores desarrollaron alrededor de 40 vacunas en ensayos clínicos en humanos, ya con aplicación masiva de al menos seis versiones aprobadas. Algo totalmente sin precedentes, a pesar de las controversias políticas que han surgido en todos los países. Sin embargo, el desarrollo de una vacuna efectiva es sólo una parte de la batalla. Incluso una vez que uno está disponible, suficientes personas tendrán que estar dispuestas a tomarla para prevenir la propagación de la enfermedad, y eso puede no ser fácil.
Una encuesta de August Gallup encontró un profundo escepticismo entre muchos estadounidenses sobre una posible vacuna COVID-19. El 35% dijo que no aceptaría una vacuna aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos, incluso si se les proporcionara de forma gratuita.
Al analizar las diversas opiniones que surgen en los medios masivos y en las múltiples encuestas, se pueden encontrar las siguientes coincidencias discursivas con respecto a la vacuna:
- Por la resistencia psicológica, siempre será preferible una sola dosis a dos. Esta resistencia está asociada e recuerdos infantiles, incluso arraigados en el inconsciente relacionados con la experiencia infantil de tener introyectos indeseables, significados por un pinchazo doloroso.
- La gente puede ser susceptible a las intencionalidades políticas en pro o en contra de la vacuna, por lo que es muy importante desmotivar las noticias perniciosas acerca de la efectividad de la vacuna.
- No se deja en claro que la vacuna sirve en primer lugar para frenar la propagación del virus e inducir la inmunidad de rebaño y se promueve la vacunación como una solución egoísta que le evita al vacunado contagiarse, pero se soslaya que al vacunarse, será un vehículo para la extinción de la propagación del virus.
- La dubitación o postergación puede ser frecuente en las personas que aún no han rechazado la vacunación. Esto es frecuente en cualquier caso personal de prevención de la salud, puesto que cuando se está “sano”, se tiene la negación del riesgo y se prefieren actividades “más importantes” que atender un tema de prevención de enfermedades. Esto se da también por algo que allí está: la pulsión de muerte.
- Las razones de la vacilación incluyen la desconfianza en las instituciones relacionadas con la vacunación e incluso la mala prensa o noticias falsas acerca del trabajo de las instituciones públicas de salud. .
- Los médicos reportan desafíos (tiempo y conocimiento) para generar confianza con los pacientes. Por ello es necesaria la capacitación al personal médico en la promoción de la salud mediante estrategias eficaces de comunicación social.
- La comunicación eficaz pasa por una utilización Bio – Ética de las redes sociales de internet.
Con las tres cuestiones anteriores, puede realizarse una aproximación a lo que viene con respecto al COVID 19, una vez superada la alta fase de morbilidad y mortalidad, para pasar a la presencia de una nueva enfermedad infecciosa emergente que nos ha traído, además de tragedia, muchas experiencias y aprendizajes que pueden servir para que seamos una sociedad constructiva que tienda a liberarse con la metabolización de la verdad sobre nosotros mismos acerca de nuestras vivencias en crisis, ya sea ambiental, de valores, económica o vincular.
Con respecto a la vuelta a la nueva realidad y no “nueva normalidad” como se propone en la propaganda oficial, al parecer será preferible una estrategia escalonada, de forma en que se vaya regresando según las necesidades económicas familiares y sociales. Organizar los tiempos de traslado y entrada – salida del trabajo en base a modelos científicos puede ayudar mucho. Incluso esta remodelación del acceso a las actividades económicas contribuirá a resolver problemas anteriores como los de tráfico, saturación del transporte público y contaminación del aire. Este escalonamiento pudiera conjuntarse con la alternancia de actividades entre dos grupos de población que vayan una semana sí y otra no a las actividades escolares y laborales.
La generación de creatividad en cada persona y a través de la interacción grupal y social también es un trabajo clave para que haya mejores expectativas. Es necesario incidir en la educación para promover una acción preventiva decidida a que las nuevas crisis tengan un potencial traumático menor.
La epidemia viral que nos está atacando nos cuestiona acerca de la relación entre nuestra vida psíquica y vida espiritual. No se trata de cuidarse de la epidemia viral, sino del egoísmo. Y esto implica cuidar la salud de los demás para que los demás cuiden de la nuestra. Resurgir de esta crisis sanitaria y económica, no se puede hacer en la subjetividad si ésta no viene con el Otro, que ha de proponer un cambio que se reconstruya con una nueva ideología.