“Erase una vez un ser que se sentía tan poderoso como un Dios, que un día en su propio espejo es asustado por su enorme vulnerabilidad”.
Han pasado casi 3 meses que nos ha invadido algo que no vemos y que ha controlado nuestras vidas, no sólo en México sino en el Mundo. Algo tan diminuto que nos ha quitado la libertad de salir a las calles con nuestras familias. Nos ha impedido llevar a nuestros hijos a los parques, playas, cines, restaurantes,…..nos ha encapsulado en nuestros hogares dejándonos la sensación de incertidumbre de cuando podremos salir libres y despreocuparnos por ser atrapados por algo que no conocemos, pero que puede dañar nuestra salud y en algunos casos llevarnos hasta la muerte. Como madre de familia ser sostén económico y sobretodo emocional para los niños que no entienden los alcances de un virus, que ni siquiera nosotros los adultos conocemos, ni médicos, ni científicos,…. Buscamos una cura o vacuna que nos pueda brindar el control, porque nos encontramos expuestos a nuestra propia vulnerabilidad como seres frágiles, que a veces se nos olvida y que está pandemia nos lo recuerda. Por un lado, algunos salimos por cuestiones de fuerza mayor, aunque no deseemos hacerlo, ya que necesitamos comprar los víveres del hogar, el medicamento que hemos ingerido por años,…… pero lo hacemos cargados de miedo e incertidumbre, de que seamos ultrajados por algo invisible que dañara nuestra salud. Antes salíamos y vivíamos tan rápido que no nos dábamos cuenta quién estaba a nuestro lado en una farmacia y si lo hacíamos nos parecía algo irrelevante. Hoy salimos con la paranoia de que algo que no vemos nos pueda invadir e invada nuestro espacio vital de vida. Nos sentimos muy vulnerables porque este virus no discrimina raza, sexo, edad, estatus social, y nos lleva a despertar nuestras conductas más primitivas que se encuentran ocultas en momentos de mayor fortaleza emocional. En estos momentos estamos más expuestos a que despierten nuestros miedos más profundos, que se encontraban adormecidos en nuestra rutina diaria; ahora el encierro nos lleva a sentir soledad, tristeza, ira, locura, incertidumbre, miedo, o terror de cuándo va terminar este encapsulamiento físico pero sobretodo emocional, y al hecho de que podemos actuar de manera inestable por el acumulamiento de días de encierro, de la monotonía, la cual puede provocar decaimiento, angustia, desesperación, ansiedad, y desorganización emocional por el nulo control de nuestro entorno. Tratamos de seguir las medidas sanitarias para mantener la salud física y emocional, sin embargo, esto nos recuerda la realidad de incertidumbre que estamos viviendo.
Siendo una persona que vive en un condominio donde habitan varias familias, al asomarme a la ventana, puedo observar cómo se encuentran cada una de ellas y puedo darme una idea de su sentir por encontrarse en el confinamiento, al colocarme en su situación en la que nos encontramos todos, siendo empática con su posible sentir. Veo por la ventana al joven soltero o soltera que se enajenan en su trabajo, para poder evadir este encapsulamiento que puede llevarlo o llevarla a sentir sus miedos más profundos y experimentar su propio pavor a la soledad, llevándolos a sentimientos intensos de tristeza, de pensamientos de muerte, de conductas adictivas para evadir la realidad que en otros momentos los podían esquivar con trabajo, pero además, por medio de otras salidas de escape como el exceso de la vida social , la promiscuidad, que ahora sería de mayor riesgo que en lo habitual. Por otro lado, volteo a ver en la ventana de la vecina que tiene una familia conformada por su esposo e hijos pequeños, quienes han buscado olvidarse de su vida de pareja para volcarse a los hijos y olvidar lo mal que pueden llevarse; a ellos este encierro los puede orillar a que estén más embotados en sus hijos, dejando nulo espacio para la pareja y volcarse en la sobreprotección o asfixia sobre los niños, impidiendo relajarse y llegar a sentir un costal cargado de estrés por las actividades de casa, de tareas escolares, que pueden llevar a la depresión o al enojo, o a una gran frustración por el encierro en esta cuarentena, de la cual no sabemos cuando acabara y seguiremos sintiendo la amenaza de un ser invisible que nos rodea, que nos puede tocar sin darnos cuenta, o lo podemos respirar, sin saber los alcances que puede tener hacia nosotros y atacar nuestra salud, o posiblemente arrebatar nuestras vida. Ahora bien, cuidarnos a nosotros y a nuestros hijos, cuidar a nuestros padres si viven con nosotros, o en caso contrario, buscarlos y estar al pendiente de ellos por medio de una llamada, videollamada, mensaje, nos puede hacer sentirnos presentes con ellos y esto calmar nuestra angustia de que están bien, de manera momentánea se colma este miedo a lo desconocido. Giro mi cabeza y observo en la ventana de un adolescente, que trata de evitar estar con sus padres, por las mismas circunstancias de la etapa de vida en la que se ubica, ya que en la mayoría de los casos los jóvenes prefieren estar con sus amigos o novios, o novias. El hecho de encontrarse este adolescente o adolescentes en la situación de la contingencia, los sitúa en un momento más vulnerable que lo habitual, porque se encuentran aislados de su círculo de confort rodeados de sus amigos, los cuales son el pilar para expresar, contener y evadir los sentimientos abrumadores que se sienten en esta etapa y en esta contingencia, los cuales se pueden exacerbar con el confinamiento ya que pueden deprimirse al estar lejos de sus grupos de amigos, de su pareja, etc. Los adolescentes que tienen una relación complicada con sus padres pueden vivir el encierro abrumador, llevando a más discusiones que pueden elevarse por la situación de ansiedad que se vive con la contingencia, ya sea por el miedo, angustia y terror de ser contagiados, o en casos contrarios, nieguen la realidad por la misma omnipotencia de una juventud en la que nada les puede pasar y los padres por sus miedos que son reales, quieren cuidar a su joven y mantenerlo en casa por su propia seguridad, lo que origina constantes peleas. Después de un rato, miro hacia la ventana de los vecinos de abajo, los cuales son una pareja joven, la cual trata lo más posible manejar su relación lo más tranquila durante la cuarentena, que no sean impactados de manera desbordada por los sentimientos que puede originar la angustiante situación; sin embargo, existen innumerables parejas que viven con violencia en sus hogares, tanto física, psicológica y sexualmente. Si volteamos a ver las noticias o escuchar la radio, se reportan cada vez más casos de violencia en los hogares hacia las mujeres con la situación del confinamiento, ya que son innumerables las parejas que su dinámica está ejercida por la violencia y la cercanía del encierro, la angustia y el miedo pueden provocar en el momento actual, un aumento en la frecuencia e intensidad de agresividad dentro de la relación de pareja. Es muy posible que el agresor al mantenerse encerrado y tener contacto sus miedos internos, se vea con la necesidad de aumentar el consumo de sustancias adictivas como el cigarro, alcohol u otras sustancias, con ello propiciando más violencia en su entorno. Se va construyendo un círculo vicioso, en el cual el agresor por no soportar sus conflictos internos, necesita una droga que le ayude a disminuirlos, pero, por otro lado, la ingesta de la sustancia le haga sentirse empoderado y se sienta con el derecho de agredir a la víctima con mayor frecuencia e intensidad. A mayor encierro hay mayor contacto con los conflictos internos, aumenta la ingesta de la droga para callar las heridas emocionales y se da mayor agresión por parte del agresor, al vivirse empoderado momentáneamente con la ingesta de la sustancia. En algunos hogares las mujeres viven de violencia y por miedo a salir, y no ser contagiadas por el virus, se quedan resguardas del contagio, pero no de su agresor cotidiano. Es más fácil manejar al esposo violento conocido, que al virus desconocido. Resulta ser que el confinamiento ha despertando los conflictos internos que se encontraban adormecidos en nosotros, que los tenemos presentes todos los días, pero que estaban acallados por el acelere cotidiano de salir corriendo al trabajo, de estar lidiando con el trafico habitual, de llevar a los niños a las escuelas, de recogerlos y llevarlos a sus actividades de la tarde, hacer la comida, etc. Todo esto nos lleva a evadir los conflictos internos que llevamos cargando desde la niñez y la situación actual hace que despierten al mantenernos encerrados, con el miedo de la incertidumbre, la angustia de ser contagiados y la inseguridad de cuándo acabará todo esto, nos puede llevar a tener conductas regresivas por encontrarnos en un momento tan vulnerable cada uno de nosotros. En otros momentos que tengo la necesidad de salir a la tienda para adquirir algo, son innumerables las ocasiones que veo a mujeres y a hombres que llevan a sus hogares bebidas alcohólicas y una gran dotación de cigarros, muy posiblemente para colmar sus angustias actuales. Por tal motivo, si llegas a vivir algo parecido a lo que se narra en el texto, podrías buscar ayuda terapéutica en línea para hablar de todo lo que te duele, te hace sentir triste, amenazado, vulnerable, cabizbajo, angustiado, ansioso, temeroso, irritado, de manera abrumadora. Es normal en este momento que tus emociones puedan variar cada día o en el transcurso del día, pero si estas emociones las vives de manera abrumadora y crees que no las puedes controlar, que no entiendes qué te esta pasando, que vivas que esta situación te sobrepasa, tienes la posibilidad de hablar con un profesional de la salud para que te ayude a contener tus sentimientos y puedas hablar con alguien de lo que estas viviendo de una manera más realista y objetiva, elaborar miedos y angustias, ser escuchado y entendido, calmar todo lo que te esté apabullando en estos momentos. No tengas miedo, siempre existe alguien que te puede escuchar y acompañar con nuestros más profundos miedos, para vencerlos juntos.
Maestra en terapia psicoanalítica
Thalina Fernanda Portillo Roa
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