El psicoanálisis enfrenta al trauma para ayudar a que las personas lo superen, pues se les manifiesta como síntomas indeseables y limitantes al desarrollo sano. Recordar y elaborar para no repetir es un dogma psicoanalítico que no se debe despreciar en los casos de desastres naturales. Es importante saber cómo atender los efectos psicológicos de los hechos disruptivos, por ejemplo el síndrome de estrés postraumático. El trabajo clínico en el procesamiento traumático tiene sus dificultades:
“Sé lo difícil que es reconstruir un trauma. Como psicoanalista, he tratado de ayudar a las personas que me consultan a reconstruir traumas pasados, entenderlos y verlos con una nueva perspectiva. En la mente humana, siempre hay un antes y un después de un evento traumático (Pender, 2005: 129).”
Isabel Díaz Portillo (Campuzano, Carrillo, Díaz Portillo et al., 1987: 71), en el trabajo realizado por miembros de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo, poco después del terremoto que asoló la Ciudad de México en 1985, hace ver una serie de cuestiones relativas a la forma en que un especialista de la salud mental puede intervenir. En la primera decía:
De repetirse un desastre similar no debe sorprendernos tan inermes e impreparados para enfrentarlo como sucedió en el pasado reciente… A los especialistas de la salud mental nos corresponde establecer, a través del estudio de los pacientes afectados psíquicamente por el sismo, las normas generales para su tratamiento, y, de ser posible, la prevención de alteraciones prolongadas o permanentes en los damnificados, así como en los voluntarios y profesionales que trabajaron en las zonas de desastre…
Según la autora, el síndrome de estrés postraumático es una incapacidad yoica para “manejar el impacto brutal y súbito de una serie simultánea de estímulos externos e internos; intensos e inesperados… Si el mundo cambia de forma brusca, si perdemos los puntos habituales de orientación y referencia, presentimos, de manera ominosa, que algo nuestro se ha perdido… (pp. 73-74).” Es ominoso aquello no familiar, común y con características terroríficas (Schreck, 2011), y tiende a producir efectos traumáticos. En su análisis, para remitir dichos efectos es importante diferenciar de lo cotidiano antes de su irrupción.
Muchas personas sufren efectos traumáticos duraderos cuando ominosamente ocurren desastres naturales abruptos, relativamente imprevisibles, como los terremotos, variando en función de la fortaleza yoica original y adquirida así como de las circunstancias. En la Ciudad de México los terremotos de los 19 de septiembre de 1985 y 2017 han traído consecuencias severas que en su momento han sido y serán materia de análisis en quienes se acerquen a la recuperación del estrés postraumático o de manifestaciones sintomáticas correlativas, situación patológica que no necesariamente afecta a todos los que han vivido un evento disruptivo (Benyakar, 2002), pero sí de manera diferenciada en función de la capacidad de cada estructura psíquica y de cómo ha percibido los hechos.
Una situación de estrés postraumático impulsa a buscar ayuda psicológica, si ésta se encuentra disponible, como se detectó con sobrevivientes al tsunami en Japón en 2011 (Takaoka, Niitsu, Suzuki, Kono, Nakazato y Shimizu, 2017). Por lo tanto, los recursos de ayuda psicológica que la sociedad brinda deben ser considerados en una cultura de prevención de desastres, pues de esta forma tendrá mayor facilidad para superar las consecuencias de estos hechos disruptivos.
Las consecuencias traumáticas afectan la calidad de vida, asociadas a problemas de salud física, como enfermedades cardiacas, pulmonares y hepáticas, comportamientos autodestructivos, fumar, sexo compulsivo, obesidad severa y pobre funcionamiento social y ocupacional. La exposición traumática es un factor de riesgo en padecimientos mentales graves, como depresión, abuso de sustancias y el síndrome de estrés postraumático (Anton, 2015).
Repetir para procesar el trauma es una herramienta psicoterapéutica útil, pero ¿cómo? Es decir, se debe contar con un apoyo que permita “repetir para elaborar” (Freud, 1914). “Lo que ha sido rechazado no puede retornar al mismo lugar de donde fue excluido.” Ésta es una premisa en la que se se instala un síntoma psicótico (Chemama y Vandermesch, 1998: 269).
Cuando se presenta un evento análogo al traumático, muchas veces sobreviene la depresión, acompañada de una severa ansiedad. Además se reactivan situaciones carenciales (Campuzano, Carrillo, Díaz Portillo et al., 1987). ¿Cómo ayudar al traumado que clama ayuda para recordar y elaborar? Para empezar, hay que trabajar lo negativo, lo soterrado de lo consciente (Green, 1993). Lo disruptivo, cuando se vuelve traumático, produce emociones insoportables que sería mejor enterrar y negar pero luego aparece otro evento disruptivo, análogo pero con una nueva significación, apoyando y reforzando los síntomas.
En 2002 la paciente A de 30 años se presentó a psicoterapia psicoanalítica en grupo con un cuadro de depresión y ansiedad. Su miedo a salir de casa era tal que sólo podía llegar a consulta con su esposo, quien la esperaba afuera de la sesión. Sus ataques de pánico eran constantes. Este padecimiento sobrevino cuando vio la faz de su tío muerto en el ataúd. En el transcurso de las sesiones se encontró el recuerdo reprimido de su vivencia traumática durante el temblor de 1985 en la Ciudad de México, cuando apenas tenía 13 años, el desplome de una fábrica de ropa cerca de su casa, de camino a la escuela, donde pudo ver cómo extraían cadáveres de costureras aplastadas. La imagen no estuvo presente en su memoria inmediata, sino que la borró y no emergió del inconsciente o retornó lo reprimido sino hasta presenciar la cara del tío muerto. Cuando pudo recordar el evento catastrófico y resignificarlo con el apoyo del grupo el paciente remitió en gran medida su cuadro. La viñeta muestra la eficacia del grupo psicoterapéutico psicoanalítico (AMPAG) en el tratamiento de los cuadros de estrés postraumático. De esta forma, con el dispositivo grupal analítico, “el paciente narra con toda facilidad las situaciones y los nexos olvidados (Freud, 1914: 149)”.
Aunado al trauma de la disrupción del terremoto pudiera haber en cada sujeto otro impacto (Benyakar, 2016) como evento traumatogénico. Acerca de las consecuencias patológicas del trauma, desde el punto de vista psicoanalítico (Green, 1990: 15 – 16), se tiene:
- Síntoma = retorno de lo reprimido, compromiso entre deseo y defensa, que remite a
- Represión = contrainvestimiento para evitar el displacer, un aparente olvido que remite a
- Reprimido = reserva de representaciones inconscientes y de afectos, que remite a
- Recuerdo de experiencias olvidadas que se debió suprimir.
La situación se repitió en muchas personas con el nuevo sismo, incluso hubo cuadros con la misma sintomatología en quienes reeditaron lo traumático de 1985 en 2017.
En general, la mayoría de las psicoterapias que manejan el estrés postraumático no impone el olvido sino que resignifica el trauma y construye resiliencia, lo cual permite el desarrollo humano a pesar de la adversidad (Cyrulnik, 1998). Esta estructuración psíquica constituye la capacidad de una existencia en la que problemas, pérdidas, carencias y traumatismos son asumidos de manera positiva y se continúa hacia un estado de felicidad. Gracias a eso se ve la vida en retrospectiva como algo que ha valido la pena y cualquier logro que a los ojos de los demás es minúsculo se tiene por cosa bien hecha. Los relatos autobiográficos, sobre todo ante otro, dan una nueva perspectiva y conducen a sucesos negativos a ser parte de una nueva psicología positiva del individuo (Tovilla, 2016).
Dar significado a la catástrofe de forma inmediata ocurrió cuando de pronto, como en 1985, surgieron los ciudadanos para colaborar en las tareas de rescate. Acerca del terremoto de 2017 en Ciudad de México Illades relata: “Al final, cuando se levantó el último sitio de desastre, ubicado en avenida Álvaro Obregón 286, sobraba tanta herramienta donada que los voluntarios tuvieron que diseñar un sistema para que no se perdiera y pudiera ser utilizada para otra emergencia.”
Estas actividades no solamente buscan sobrevivientes y víctimas mortales, sino que “rescatan” un tejido social desgastado, el cual de pronto muestra fortaleza ante la necesidad de una respuesta inmediata, como defensa maniaca contra el evento disruptivo, ante el que aparecen mecanismos en la forma de compulsión por trabajar. Esto es más evidente en quienes realizan labor asistencial pagada o voluntaria en caso de emergencias por desastres naturales. A los psicólogos clínicos nos es muy necesario no realizar actividades frenéticas e improvisadas ante estas situaciones.
Aprender de la experiencia para construir fortaleza es un objetivo terapéutico más allá de la simple superación de los síntomas derivados del trauma de un evento catastrófico. Relatar a otros la experiencia con un nuevo significado lleva incluso a una reconstrucción psicológica social que fortalece colectivamente. Así se encuentra un “para qué” puede servir positivamente superar la tragedia. El relato del sujeto permite la evacuación de las afecciones psíquicas abrumadoras (Campuzano, Carrillo, Díaz Portillo et al., 1987) y no enterrarlas en procesos de negación. Hay que dejar de negar lo traumático de lo disruptivo con el apoyo psicoterapéutico.
Se ha observado que “la severidad subjetiva referida a un desastre natural se relaciona negativamente con el bienestar. Sin embargo, esta relación se invierte si se le hace interactuar con el optimismo.” (García, Reyes y Cova 2014: 580). En cualquier lugar que sufra una catástrofe natural intempestiva es difícil que la capacidad de atención psicológica no se vea excedida, por lo cual es necesaria la instrucción para que la sociedad narre desde perspectivas diferentes y se recuerde y reelabore el trauma para producir resiliencia social. Un punto de vista colectivo que genere optimismo disposicional entre la población (Vera-Villarroel, Córdova & Celis, 2009), con la posibilidad real de mejora de expectativas, es de mayor importancia para superar el trauma, pero este optimismo debe estar aparejado a políticas públicas que realmente generen una restauración material y psicológica.
Una colaboración positiva y confluente de los agentes sociales generará mejores expectativas. La participación de psicólogos grupales es importante en este tipo de trabajo social para lograr que quienes perciben el desastre natural como un evento traumático que afectó su existencia, mediante la instilación de optimismo, resignifiquen el evento como algo que les permitió cambios positivos.
En la superación de lo traumático la interactividad del par terapéutico debe tener una calidad inspirada por la sapiencia y la experiencia del médico. La acción de especialistas que además han vivido los hechos debe considerar la contratransferencia, es decir, estar consciente de emociones y represiones retornadas con el hecho, y ponerla al servicio de la ayuda. La disposición de quien acude a terapia por las consecuencias del hecho disruptivo tiene mucho que ver con la relación entre cierta sintomatología y los hechos ocurridos.
Hay una búsqueda instintiva de apoyo social ante un hecho disruptivo y este auxilio también es correspondido. Es la intersubjetividad del procesamiento del trauma, contarle el evento a otro u otros para darle un nuevo significado. Una psicoterapia eficaz procede de un acercamiento intersubjetivo óptimo (Kirshner, 2017) en el cual dos o más trabajan para resolver situaciones psíquicas molestas que incluso tienen repercusiones somáticas. Para el terapeuta es muy importante hacer presencia en el par terapéutico, incidir en el sujeto para que avance (Jiménez de Dávila, 2017).
Hace falta cuestionar cómo la sociedad urbana construye resiliencia ante eventos traumáticos producto de fenómenos naturales. Los psicólogos tenemos la responsabilidad de planear nuestra respuesta ante futuros desastres. Existe una brecha entre la necesidad de servicios de psicología clínica en eventos traumáticos emergentes y su disponibilidad. No obstante la existencia de una sólida base científica en el tema y la preocupación social y de los medios en la aplicación de asistencia psicológica ante los desastres naturales, no se ha incorporado debidamente este tipo de atención en la currícula universitaria de los futuros licenciados en psicología (Courtois y Gold, 2009).
Existe población mucho más vulnerable al estrés postraumático ante desastres naturales. Un grupo tiene bajos ingresos o se encuentra desempleado al momento de la tragedia (Kumar, Murhekar, Hutin, Subramanian et al., 2007) y se le hará mucho más complicado recuperar el optimismo. De ahí que se debe acompañar los esfuerzos psicoterapéuticos con los de recuperación económica de manera concertada y los terapeutas habrán de estar informados de lo que se hace en ese sentido.
Referencias
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Benyakar, M. (2006). Lo disruptivo. Buenos Aires, Biblos.
Campuzano, Carrillo, Díaz Portillo et al. (1987). Psicología para casos de desastre. México, Editorial Pax, 1987.
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Courtois, C. A., & Gold, S. N. (2009). The need for inclusion of psychological trauma in the professional curriculum: A call to action. Psychological trauma: theory, research, practice, and policy, 1(1), 3-23. http://dx.doi.org/10.1037/a0015224.
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Vera-Villarroel, P., Córdova, N., & Celis, K. (2009). Evaluación del optimismo: un análisis preliminar del Life Orientation Test versión revisada (LOTR) en población chilena. Universitas Psychologica, 8(1), 61-68.