La dependencia emocional en la pareja

De: Silvia Abril Avila Wall
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Cuando una persona se enamora, el sentimiento y la emoción desplazan al pensamiento por un tiempo; la energía y el interés del enamorado se depositan en la pareja, en un estado alterado de conciencia. No hay problema porque es algo pasajero. Quien dice que permanece enamorado después de mucho tiempo, se refiere a la atracción y el cariño que siente, no a la alteración que nubla el juicio.

Sin embargo, hay personas que “se enganchan obsesivamente a sus parejas” (Castelló, 2009, p. 13). Cuando no están a su lado, las contactan a través de llamadas, mensajes, etc., aunque sepan que la persona estará ocupada; quieren que todo el tiempo libre les sea dedicado y se sienten celosos de amigos o familiares (cf. Castelló, 2000). Parece que están apasionadamente enamorados, pero son dependientes emocionales: usarán a su pareja para intentar satisfacer una necesidad de afecto ya crónica, que les produce una sensación de vacío emocional (Castelló, 2000).

Una de las señales que pueden servir como advertencia de que esa persona es dependiente emocionalmente, antes de que se revele la totalidad del problema, es que parece incapaz de pasar tiempo a gusto sola. Una vez que tiene pareja, solo se divierte en pareja. Por supuesto, es normal y bueno que la pareja sea la persona con la que más nos divertimos; sin embargo, no poder pasar un buen rato con otras personas o con una misma es sospechoso de perturbación.

La dependencia emocional, también llamada “dependencia afectiva” o “dependencia sentimental”, es una de las condiciones que provocan dinámicas nocivas en la relación de pareja. Este artículo expone sus generalidades y al final describe la situación de quien hace pareja con una persona que es dependiente emocionalmente. La intención es hacer notar lo destructiva que puede ser esta condición para ambas partes de la relación.   

Por supuesto, se supone que una relación de pareja satisfará necesidades de sus miembros en cuanto a cuidado, intimidad y seguridad afectiva” (Melero, 2008, p. 135). Es normal y apropiado buscar protección, consuelo y aliento en una relación amorosa (cf. Guzmán y Contreras, 2012). Incluso, cabe esperar sostén emocional de la pareja en los momentos de mayor vulnerabilidad, como el posparto en el caso de la mujer (Gutman, s. f.). De hecho, según la teoría de intercambio social, cuando cada miembro de la pareja contribuye a que el otro obtenga lo que quiere o necesita, se desarrolla una dependencia mutua que es sustancial para el compromiso (Torres y Ojeda, 2009). Esto no es un problema. Hay un problema en la medida en que la persona es controlada por su necesidad afectiva (Villa y Sirvent, 2009) y no concibe la posibilidad de estar bien en soledad.

Castelló (2000, p. 4) define la dependencia emocional como “un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que se intentan cubrir desadaptativamente con otras personas”. La considera un trastorno de la personalidad y ha observado que lo presentan personas con baja autoestima, sensación de vacío emocional, déficit de habilidades sociales y excesiva necesidad de aprobación. Son personas que anhelan tener pareja y cuando la tienen, priorizan la relación por encima de cualquier otra cosa, demandan continuamente la presencia y atención del otro, temen ser abandonadas y ante la gran ansiedad que les provoca el riesgo de terminar la relación, hacen casi cualquier cosa por conservarla (Castelló, 2000). Si sobreviene la ruptura, se sienten devastadas y pueden deprimirse, aunque usualmente buscan otra pareja rápidamente (Castelló, 2000).

Melero (2008) describe a las personas con “apego preocupado1”, prácticamente del mismo modo en que Castelló (2000, 2004) describe a quienes cursan con trastorno de dependencia emocional: como personas inseguras de sí mismas que basan su valía en ser queridas, se enamoran fácilmente, viven altibajos emocionales intensos, idealizan a su pareja y demandan excesivamente su presencia, contacto, atención y afecto. Son personas que en general tienen relaciones de pareja conflictivas e insatisfactorias, dado su miedo al abandono, pensamientos obsesivos sobre esta posibilidad y conductas controladoras (Melero, 2008). No confían en que su pareja estará con ellos cuando la necesiten y eso les provoca gran ansiedad (cf. Melero, 2008). Esta ansiedad los hace dejarse llevar por la emoción ante el conflicto y se asocia con hostilidad y enfado (Melero, 2008).

En el origen de esta condición están las carencias afectivas que tuvieron lugar durante el desarrollo (cf. Castelló, 2000; Guzmán y Contreras, 2012; Pradas y Perles, 2012). Como señala González (s. f.), el niño que no se siente aceptado, querido y seguro, no desarrolla una personalidad madura, ni un modelo mental positivo, ni una conducta social adaptada 2. Al crecer, puede suceder que no supere el modo de amar infantil, que es tiránico y posesivo; que una inmadurez afectiva limite su vivencia del amor al deseo de amor (cf. Sangrador, 1993). De ahí que el adulto con dependencia emocional se enamore y ame como adolescente, idealizando a su pareja y colocándola como fuente de satisfacción para sus necesidades (Márquez, 2005; Villa y Sirvent, 2009; Castello, 2000, 2004).

1 El apego es la necesidad de estar con una persona a quien se considera especial, llamada “figura de apego” en la teoría.

2 El daño es mayor cuando la falta de afecto se da antes de los tres años, que es cuando se configura un modo de entender el mundo social (González, s. f.).

La imaginería de la persona con dependencia emocional es provista por el mito del amor romántico, según el cual, los enamorados o amantes se entregan completamente uno al otro, se dan felicidad uno al otro y el amor está unido al sufrimiento (cf. Sangrador, 1993). La persona con dependencia emocional mantiene estándares elevados e inflexibles sobre cómo deben ser las relaciones, asociados a estas ideas (cf. Lemos, Londoño y Zapata, 2007).

Tanto el paradigma del amor romántico como las pautas de relación que se establecen al interactuar con personas cercanas, actúan como factores de mantenimiento de la condición. Así pues, si la otra persona rechaza la conducta complaciente, demandante o de sometimiento y se aleja, se refuerza la baja autoestima y el tipo de pensamiento3 asociado a la dependencia emocional; lo mismo ocurre si aprovecha o explota lo que se le ofrece (Castelló, 2000). En el raro caso de que la persona dependiente tenga una pareja mentalmente sana, segura de sí misma, cuya forma de conducirse rompa sus esquemas mentales sobre las relaciones, la dependencia puede verse atenuada (Melero, 2008).

El emparejamiento típico cuando se presenta esta condición es entre un dominante ególatra y una persona que se somete, soportando cualquier tipo de trato para conservar la relación (Castelló, 2000). No es raro que se trate de un hombre que ejerce violencia contra su pareja mujer (Castelló, 2000). González-Ortega, Echeburúa y De Corral (2008, p. 220) encontraron que la dependencia emocional aumenta la probabilidad de que una mujer joven sea violentada en su relación de pareja. Echeburúa, Amor y De Corral (2002) reportan que es uno de los factores más significativos para explicar la permanencia de una mujer junto a un hombre agresor, entre otras cosas porque la mujer no puede creer que estará mejor fuera de la relación. Por su parte, en las parejas formadas por dos personas con dependencia emocional, lo más probable es que haya violencia entre ellas (cf. Melero, 2008).

3 Un pensamiento distorsionado que lleva a los estándares inflexibles mencionados anteriormente o a las atribuciones sobre la conducta del otro que conducen al temor a ser abandonado.

No obstante lo anterior, existe una diversidad de juegos de poder que pueden desplegarse en función de la dependencia emocional; por ejemplo, rescatar o controlar (Lemos, Londoño y Zapata, 2007; Villa y Sirvent, 2009). Incluso, hay un tipo de dependencia en la cual, la necesidad afectiva coexiste con agresividad: es la “dependencia dominante” de algunos hombres que maltratan a su pareja, pero la necesitan para cubrir sus carencias emocionales. Dicen González-Ortega, Echeburúa y De Corral (2008, p. 215): “Los hombres muy dependientes pueden ser violentos porque tienen horror al vacío si no dominan a su pareja o si ella les abandona”.

Ser pareja de quien depende emocionalmente

La pareja de alguien que depende emocionalmente vive una situación difícil, en primer lugar porque no puede ser amada. Un vínculo afectivo “se basa en la reciprocidad, en la preocupación por la otra persona, en su cuidado, en las alegrías y en las penas compartidas, en la identificación mutua; en definitiva, en su naturaleza bidireccional” (Castelló, 2004, p. 25). Esto no existe cuando una de las partes de la relación depende emocionalmente de la otra (Castelló, 2004). En ese caso, quien depende emocionalmente actúa desde su egocentrismo y trata a su pareja meramente como objeto para su satisfacción, aunque esto quede oculto entre formas amables o múltiples servicios (Castelló, 2000, 2004).

Las explicaciones de Villa y Sirvent (2009), Castelló (2000, 2004), Márquez (2005), Melero (2008) y Lemos, Londoño y Zapata (2007), permiten describir la situación agobiante de la pareja de una persona con dependencia emocional. Básicamente:

  • Nada de lo que haga es suficiente para satisfacer la necesidad de afecto de su pareja, que usualmente pretende controlarle apelando al bien de la relación.
  • Las demandas continuas de atención que hace su pareja pueden ser desde desconsideradas hasta irracionales; realizar actividades por cuenta propia se convierte en un problema.

Los celos vinculan la demanda excesiva de atención exclusiva y la apelación al bien de la relación como justificación de la conducta. Esto último es sencillo porque dentro del paradigma del amor romántico, los celos pueden entenderse como indicadores de amor y de compromiso con la relación (cf. Perles, San Martín, Canto y Moreno, 2011). Sin embargo, de lo que son indicadores es de riesgo de violencia (González-Ortega, Echeburúa y De Corral, 2008; Casique, 2010).

Es violenta la conducta típica de una persona con dependencia emocional respecto a su pareja, más en la medida en que la dependencia se acerque a ser un trastorno mental. Sin embargo, dejar la relación es muy difícil debido entre otras cosas a las pautas de relación. La Real Academia Española (2017) define la palabra “pauta” como: “instrumento o norma que sirve para gobernarse en la ejecución de algo”. Pero en el caso de las pautas de relación, no es que la persona se pliegue a ellas en un autogobierno, sino que las pautas conducen a la persona, inconscientemente, a portarse de un modo u otro. Consolidadas y automatizadas, en ellas reside el poder de la inercia: de hacer lo que siempre se ha hecho, aunque sea dañino.

Así pues, lo que dice y hace la persona con dependencia emocional tiene efectos en su pareja. El ser humano es condicionado para responder a la demanda, por eso una pregunta comúnmente es respondida. Eso hace muy cansadas las demandas excesivas de quien depende emocionalmente: intentar satisfacerlas, negarse a satisfacerlas o nada más recibirlas. Y se necesita energía para pensar con claridad, crear estrategias y tomar decisiones; tal vez, sobre todo, se necesita para resistir a la insistencia de una persona que puede oponerse físicamente a que el otro se vaya o que puede seguir haciéndose presente llegando a donde no le invitan, llamado por teléfono, etc. Una persona agotada difícilmente se mueve de lugar, literal y metafóricamente.

Por último, cabe mencionar al compromiso: la convicción de que corresponde permanecer con la pareja y apoyarla si pasa por un mal momento. Uno de los factores que afectan el compromiso en una relación es el nivel de las inversiones llevadas a cabo en la misma; esto se refiere a los “recursos que perderían valor o se perderían por completo si la relación terminara” (Torres y Ojeda, p.39). En el caso de la pareja de una persona con dependencia emocional, cada eventualidad sorteada, cada conflicto al que se ha sobrevivido y cada esfuerzo por tener una relación satisfactoria, pueden considerarse “inversiones llevadas a cabo”, que se perderían en caso de terminar la relación.

No siempre es fácil distinguir cuándo hay que poner distancia respecto a una persona, para ponerse a salvo. Una vez que se acepta la necesidad de una separación o una ruptura, puede ser complicado encontrar el modo de dejar a alguien que parece quedar en indefensión.  

 

Referencias
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Echeburúa, E., Amor, P. y De Corral, P. (2002). Mujeres maltratadas en convivencia prolongada con el agresor: variables relevantes. Acción psicológica, 2, 135-150. Recuperado el 6 de abril del 2018, de: http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/bibliuned:AccionPsicologica2002-numero2-0003/Documento.pdf
González, E. (S. f.). Educar en la afectividad. Universidad Complutense, Madrid. Recuperado el 21 de marzo del 2018, de: https://guao.org/sites/default/files/biblioteca/Educar%20en%20la%20afectividad.pdf
González-Ortega, I., Echeburúa, E. y De Corral, P. (2008). Variables significativas en las relaciones violentas en parejas jóvenes: una revisión. Behavioral Psychology / Psicología conductual, 16, 2, 207-225. Recuperado el 6 de abril del 2018, de: https://www.uv.mx/cendhiu/files/2012/09/Variablespsic.manoella.pdf
Gutman, L. (S. f.). La maternidad y el encuentro con la propia sombra.
Guzmán, M. y Contreras, P. (2012). Estilos de apego en relaciones de pareja y su asociación con la satisfacción marital. Psykhe, 21, 1, 69-82. Recuperado el 21 de marzo del 2018, de: http://www.psykhe.cl/index.php/psykhe/article/view/499
Lemos, M., Londoño, N. H. y Zapata, J. A. (2017). Distorsiones cognitivas en personas con dependencia emocional. Informes psicológicos, 9, 55-69. Recuperado el 3 de abril del 2018, de: https://revistas.upb.edu.co/index.php/informespsicologicos/article/view/1707/1650
Márquez, X. (2005). Ni contigo ni sin ti: la pareja irrompible. Revista Intercontinental de Psicología y Educación, 7, 2, 27-42 Distrito Federal, México. Recuperado el 21 de marzo del 2018, de: http://www.redalyc.org/html/802/80270203/
Melero, R. (2008). La relación de pareja. Apego, dinámicas de Interacción y actitudes amorosas: Consecuencias sobre la calidad de la relación. [Tesis] Recuperado el 21 de marzo del 2018, de: http://roderic.uv.es/handle/10550/15428
Pradas, E. y Perles, F. (2012). Resolución de conflictos de pareja en adolescentes, sexismo y dependencia emocional. Quaderns de Psicologia, 14, 1, 45-60. Recuperado el 3 de abril del 2018, de: http://www.quadernsdepsicologia.cat/article/view/1041
Perles, F., San Martín, J., Canto, J., Moreno, P. (2011). Inteligencia emocional, celos, tendencia al abuso y estrategias de resolución de conflicto en la pareja. Escritos de Psicología, 4, 1, 34-43. Recuperado el 6 de abril del 2018, de: http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S1989-38092011000100005&script=sci_arttext&tlng=pt
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Sangrador, J. (1993). Consideraciones psicosociales sobre el amor romántico. Psicothema. Revista anual de psicología. 5, 181-196. Recuperado el 20 de abril del 2017, de: http://www.redalyc.org/pdf/727/72709913.pdf
Torres, T. y Ojeda, A. (2009). El compromiso y la estabilidad en la pareja: definición y dimensiones dentro de la población mexicana. Psicología Iberoamericana, 17, 1, 38-47. Recuperado el 6 de abril del 2018, de: http://www.redalyc.org/pdf/1339/133912613005.pdf
Villa, M. y Sirvent, C. (2009). Dependencia afectiva y género: perfil sintomático diferencial en dependientes afectivos españoles. Interamerican Journal of Psychology, 43, 2, 230-240. Recuperado el 30 de marzo del 2018, de: http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-96902009000200004
Castelló, J. (2000). Análisis del concepto “dependencia emocional”. Recuperado el 21 de marzo del 2018, de: http://www.dependenciaemocional.org/ANALISIS%20DEL%20CONCEPTO%20DEPENDENCIA%20EMOCIONAL.pdf

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