Por qué no lo puedo dejar

4 dificultades en la separación de pareja.

De: Andrés Tovilla Sáenz
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El inevitable sufrimiento amoroso es preocupación de todas las personas a lo largo de su vida. Separarse es ponerse a sí mismo un orden psíquico que se ha perdido en la vorágine del conflicto conyugal. El yugo puedo estar disuelto y la permanencia de los sujetos se mantiene de hecho. 

Dice Eva Illouz (2012: 11 – 12) que “…son pocas las personas de nuestra época que se hayan visto exentas de los tormentos del amor y las relaciones íntimas… surgen conflictos o discusiones que provocan dolor; y a la larga, se atraviesa la confusión, la inseguridad y la depresión que genera toda ruptura o separación”. Para Mariam Alizade (2017: 12): “La pareja rota apunta a un quiebre sustancial, a una fisura en la estructura del vínculo. Ambos términos expresan distancia y trabajo de gradual disolución”.

En este artículo incluyo algunas frases de diversos pacientes que viven esta problemática, que se insertan como ejemplos clínicos de lo que se postula. Es posible que quien lea se identifique. Son frases como “Te quiero mucho, pero lo mejor es que terminemos”.

Muchas personas se empeñan en continuar con una relación destructiva. La mayor parte del tiempo les representa un sufrimiento, pero hay un impulso que no les permite salir de allí.  Es como las personas adictas: quieren dejar al objeto dañino, pero no pueden y sufren por ello. En nuestra época, ya no se está obligado a permanecer en una relación por convencionalismos sociales, morales o religiosos; hay libertad para tomar la decisión de alejarse de alguien que es tóxico. No hay que obligarse a estar con alguien para no sentirse en falta. Ya no alcanza la fuerza de la conciencia moral para sostener una pareja duradera. A la familia patriarcal se han allegado nuevas formas de vínculo e incluso estar en soledad ya no es un cliché negativo. 

En cierto momento, gracias a un proceso de introspección, ayudado por la psicoterapia, se cae en la cuenta de las razones por las que no se puede abandonar esa relación tóxica, aunque se desee, como si fuera una adicción. Esta conciencia puede ayudar a resolver el conflicto de separación de manera amorosa. 

Para Brachi (en Puget, 1996: 149) “La disolución del vínculo implica que cada yo cambia de posición es y deja de ser objeto privilegiado de la mirada del otro”. El privilegio de la libido dedicada en especial se ha perdido. Esa parte del sí mismo que da la identidad de estar en pareja, se ha perdido y se pasa a adquirir o a recuperar el estatus de soltero, en soledad. 

Existe toda una lista de problemas interpersonales (MacKenzie,  en Livesley, 2001) como son la tendencia al control excesivo, demasiado involucramiento en la vida de la pareja, excesivos cuidados al otro, ser muy fácil de influenciar, dificultad para ser asertivo o sociable, no ofrecer suficiente apoyo, tender a ser vengativo, o también no confiar o no ser confiable. Todo esto dificulta sobrellevar una relación. 

La unión en pareja se explica en la forma de una metáfora, una historia que no es necesariamente cierta, pero que se adapta a la aceptabilidad social. De la misma manera la separación requiere de una historia aceptable. Pero entonces ¿Por qué la pareja no se puede separar? Aquí, desde la perspectiva de la psicoterapia psicoanalítica, algunas razones:

  • Por miedo a la soledad.

Existe la paradoja acerca de la imagen de que la libertad se vive plenamente en soledad se contrapone con la de la felicidad plena que solamente pudiera adquirirse con el amor de pareja. 

La extrema sensación de falta se percibe como soledad, como quedar expuesto a una situación de derrumbe, catastrófica, que en el pasado infantil pudo verse como algo casi mortal. Esto significa que existe angustia de abandono, rechazo o separación. Winnicott (1974) lo plantea como el “miedo al derrumbe”, situación en la que se presenta una falla en la organización de las defensas psicológicas. Puede decirse que esta clase de angustia es singular y se desprende tanto de la angustia de muerte como de la de castración. “No importa de que me agobie con su compañía con tal de sentirme pleno”. 

Una psicoterapia eficaz permite descubrir que ese temor primordial a sentirse solo puede ser confrontado exitosamente, sin caer en la locura. El miedo a perder el vínculo, a “quedarse vacío” es un determinante muy fuerte en la resistencia a finalizar el vínculo. Esto puede proyectarse en el otro. “Es que, si lo dejo, puede volverse loco”. Un discurso así puede percibirse como que lo peor que le puede pasar al sujeto es separarse. La persona está más allá de un estado de ansiedad, de agonía, de ser separado hacia la nada, en donde el otro del que dependía, se ha perdido por completo (Winnicott, 1974). 

El deseo de terminar la relación también puede simbolizarse por la muerte, lo cual genera una gran contradicción, dada la angustia que surge de ello. “Me llenó tanto que me sentí vacío”. El miedo a quedarse solo se proyecta en el otro miembro de la pareja y esto produce sentimientos de culpa. “Es que me siento culpable por dejarlo, puede ser que quede destruido”. Porque te conviene estar con él para vivir sin miedo.

Una persona deprimida, puede por un lado sentirse impotente, débil y agotada, con fuertes temores de ser abandonada y entonces estar muy necesitada de mantener el vínculo idealizado. Por otro lado, se presentan sentimientos de inutilidad, culpa y la sensación de ser un fraude (Blatt, 1974). Esto afecta seriamente la relación de pareja, pero también le exige a la persona la reivindicación ante el otro, manifestarse ante él como una persona que en algún momento sí será capaz de sostener el vínculo.

Cuando se está ante una separación afectiva, existe miedo de no tener una estructura psíquica defensiva y que con ello se produzca el derrumbe total, la locura. Esto implica la creación de un área psíquica intermedia entre el hecho objetivo de la pérdida y la experiencia subjetiva de la posible presencia. Es decir, una situación en la que no se sabe si el rechazo o abandono será permanente, de lo que puede surgir ya sea enojo, anhelo de recuperar, tristeza o un profundo sentimiento de soledad. También puede servir dentro de ese espacio la manifestación maníaca. 

Sin embargo, es más influyente la energía inconsciente que puede emerger para producir conductas autodestructivas. En la psicoterapia, el miedo al abandono genera también temor por verse en una situación de retraumatización al recordar otras pérdidas del pasado (Fromm, 2016).

  • Porque existe la idealización narcisista.

Alguien que participa con profundidad en una psicoterapia se da cuenta de que uno de los mayores retos es confrontar su forma de relacionarse, sobre todo si es egoísta. Por ejemplo, las manifestaciones del narcisismo conllevan la exigencia de que haya plenitud material por parte del otro o que por lo menos aparezca concordante a los anhelos materiales introyectados del ideal de éxito material que plantea la sociedad capitalista.

Este es un tema del narcisismo en el que se puede pasar abruptamente de la idealización plena a la devaluación absoluta, pues no se le ve provecho alguno a la relación si no se cumplen los anhelos narcisistas. Una persona que se vincula así también manifiesta violencia en sus relaciones. 

Si ya se trata de una relación descuidada y ya no es factible enmendarla, hay un límite. En una pareja conflictiva existe un interjuego de proyección e introyección de la agresión que ambos se dirigen. Esto propiciará el odio. Pero cabe considerar que, en un principio, fueron personas que idealizaron y quisieron simbiotizarse o generar una excesiva interdependencia. Cuando hay desamor y no se puede dejar al otro, la urgencia de desincorporar de la psique al objeto odiado puede devenir en situaciones psicosomáticas, por ejemplo, las personas que vomitan ante situaciones vinculares que producen emociones intensas como la rabia y el odio. Cuando no se puede expulsar al otro, se simboliza un acto repulsivo. 

Quien ama, aborda la nave de la subjetividad del otro. Quien desea destruir un vínculo, pone sus partes violentas y negativas en el vínculo y en la pareja, como lo plantea Bion (1963), en su artículo “Ataques al Vínculo”. Las relaciones que caducan nunca acaban de formar una intersubjetividad, sino que cada miembro de la pareja funciona más como introducto nunca asimilado que como introyecto que se integra al self. Es decir, no se asimilan psíquicamente de forma mutua. 

La idealización narcisista o el narcisismo patológico propio contienen un gran monto de negación que se evidencia en la ausencia de relato emocional o en la construcción de una historia atractiva sobre la constitución de la pareja. El secreto está allí, en el centro del tálamo y muchas veces son secretos que nunca serán compartidos en la intimidad. 

  • Por la necesidad de aceptación social o familiar.

Un proceso de disolución de las pareja puede enfrentar muchas resistencias. Si se sufre ¿para que seguir? Y los ideales familiares, religiosos y sociales ofrecen un sinnúmero de razones en nombre de la moral y la espiritualidad para seguir allí. En el discurso social, pareciera que no pasa nada, pero hay una revolución al interior del precario hogar. El amor “contiene, refleja y amplifica el atrapamiento del yo en las instituciones de la modernidad (Illouz, 2012: 16)”. “Deseo conservar a mi familia, aunque ella ya no me quiera”. 

La sociedad produce cierta forma de idealización del amor, que propicia la reproducción capitalista y que incluso está adosada a una cultura que acompaña de mercancías a la consecución de la aceptación de una pareja. Incluso se relaciona la consecución del amor idealizado heterosexual con la movilidad social ascendente. 

La cultura impone entonces a un Otro que aporta el lenguaje. Hay un sometimiento a las leyes del pacto patriarcal a las mujeres que lo aceptan y ejerce violencia total a las que en la actualidad se rebelan. La mujer está sometida a una violación constante, ya sea simbólica o real y la estructura elemental de violencia (Segato, 2010), inserta de manera forzada en la pareja. La identificación con el agresor completa el convencimiento. Dada esta situación, la mujer que desea separarse debe contar con una red de apoyo suficiente que le fortalezca y de sentido de realidad. 

En la formación de un vínculo amoroso, para conocerse a plenitud, asignarse roles y tareas y desarrollarse en interdependencia creativa, la presión sociocultural es sólo un recurso externo que apoya los recursos internos que provee para cada amante la estructura de personalidad. Cuando estos últimos no están debidamente integrados, la intersubjetividad estará mermada y si solamente se permanece unido por la presión exógena, habrá conflicto entre el deseo propio y el del Otro. 

Lo que un amante le interpreta al otro, si no es concordante, puede ponerlo en actitud violenta. En cambio, si concuerda, se siente “comprendido”, aunque ambivalentemente esté sintiendo una gran desconfianza, debido a las vivencias traumáticas sufridas en el pasado infantil, lo que hará expulsar o fragmentar el sentimiento de comprensión (Bion, 1959).

Para Alizade (2008: 68) “…la vivencia de fracaso de un primer tiempo se resignifica posteriormente y culmina en un sentimiento de liberación saludable donde triunfa la pulsión de vida”. La persona que se separa de otro adecuadamente, lo hace con amor y no con odio. “Me sugirieron hacer todos los días oración por ella para ya no estar resentido por lo que me hizo y funcionó”.

  • Por masoquismo o perversión. 

El sufrimiento que se elige desde lo inconsciente es el masoquismo. En esta situación se quiere repetir de manera contrafóbica o por identificación una situación de sufrimiento propia o de la madre. 

En las personas con dificultad para vincularse, existen fantasías primitivas dominadas por interacciones sadomasoquistas (Kernberg, 1995: 120). Habrá secretos familiares que es necesario hacer emerger por medio de la psicoterapia, para que no haya la condena a la repetición compulsiva de un castigo que ha sido legislada como pena proyectada por un abusador. “Me trata mal, pero luego lo hace bien, y con eso me siento tranquila”. Lo que no se dice, se actúa, por ejemplo, la infidelidad que busca el goce perverso.

En la persona masoquista, ocurre una identificación con el agresor, quien le excluye como persona plena. Esto habla de que en la infancia existieron situaciones de abuso y que la defensa psicológica elegida fue identificarse con el abusador. Se pondrá en práctica durante la adultez y reforzará el apego tóxico. Hay un estrago, una “invasión, asalto y permanencia de algo del abusador en el abusado más allá del efecto traumático… (Tesone, 2023: 59)”. La conducta está dada en función del deseo del Otro que abusa, teñida de destructividad.  

Muchos casos de codependencia están relacionados con el masoquismo. La codependencia describe a las personas que se relacionan con adictos o abusadores de sustancias, los apoyan y no los abandonan incluso después de que queda claro que la relación es dañina.

Aquí se da el cultivo de un narcisismo negativo en el que no hay tendencia hacia el placer sexual, ni siquiera a fantasías eróticas que hagan deseable un vínculo desde esa perspectiva. En este caso la represión de los instintos ha llegado al máximo 

En los divorcios o separaciones llamados patológicos (Elizade, 2017) predominan la elección de objeto narcisista, un vínculo dependiente, patología neurótica severa o fronteriza de uno o ambos integrantes, la violencia, los rasgos psicopáticos, la asimetría y la dificultad para hacer duelos. 

Winnicott (1965), hace notar la paradoja de quien gusta de estar solo, pero se aterroriza de no ser encontrado. Lo que interesa es la relación, no lo que está relacionado. Para una vida en pareja sin violencia, es necesario ajustar mutuamente el principio de realidad. Ahora bien, ¿en verdad se quieren separar o solamente es uno el que destruye al vínculo? Una respuesta clara a esta pregunta se puede encontrar en una psicoterapia. ¿Te quieres resignar a seguir allí?

No se deja fácilmente a la persona con quien se goza en la perversidad o en la pasión erótica intensa. “No encontraré a nadie que lo haga como él”.  Tampoco se le deja a alguien con quien se ejerce una venganza desplazada, como lo hacen las mujeres que se vengan del padre violento en la figura del marido masoquista. 

La psicoterapia puede mejorar una idealización de la pareja que se acompañe de la aceptación de su realidad humana. Es decir, que la persona que se ha vinculado patológicamente sea capaz de reconocer y aceptar virtudes y defectos en el otro sin poner en riesgo de manera definitiva al vínculo, al obtener suficiente tolerancia a la demora y a la frustración, gracias a la ayuda que proporciona el terapeuta para el entendimiento de la realidad, es decir, para su interpretación. 

Reconocer el sufrimiento que provoca una relación tóxica puede hacernos fuertes para que no vuelva a suceder, puesto que sí eso pasa, es necesario que vayamos más a fondo en nuestro autoconocimiento. Para esto, necesitaremos psicoterapia. Las experiencias emocionalmente procesadas así permiten la felicidad y el disfrute de la vida. 

Cuando se ofrece sufrimiento a cambio de amor, cabe preferir la soledad.  “Me da igual estar o no en la relación”. Esta frase surge después de un tiempo en análisis, cuando se han confrontado de manera suficiente los núcleos de tendencia masoquista o también cuando se reconoce que tener pareja a secas es solamente una gratificación narcisista. 

La separación enfrenta la pérdida de la contención familiar de los goces perversos, de los deseos eróticos insatisfechos. Mucha gente se une en pareja para disfrazar tendencias perversas. Esta inscripción puede sostener a la pareja si ambas partes aceptan los actos desviados fuera de ella y convertir los propios en juegos sexuales. 

Al hacer una revisión de Freud en “Eros y Civilización”, Marcuse (1953) planteaba que es necesario llegar a un sistema de valores en el que haya satisfacción retardada, restricción del placer y el trabajo. Productividad y seguridad para construir la civilización, pero ¿cuál es el sentido de mesura para cada individuo en un mundo de diversidad de personalidades? ¿de qué manera el ego ha de efectuar la debida represión de los instintos para una vida plena en pareja?

Referencias:
Alizade, M. (2017). La Pareja Rota. Ensayo sobre el Divorcio. Buenos Aires, Lumen. 
Balint, M. (1979). La Falta Básica. Barcelona, Paidós, 1993
Bion, W. (1959). Ataques al Vínculo. En: Volviendo a Pensar. Buenos Aires, Ediciones Hormé, 2006. 
Blatt, S. J. (1974) Levels of Object Representation in Anaclitic and Introjective Depression. Psychoanalytic Study of the Child 29:107-157
Fromm, M. G. (2016) Fear of Breakthrough. Modern Psychoanalysis 41:11-25
Kernberg, O. (1995). Relaciones Amorosas. Normalidad y Patología. Buenos Aires, Paidós, 1998.
Illouz, E. (2012). Por qué Duele el Amor. Una Explicación Sociológica. Madrid, Katz Editores. 2017. 
Livesley, J. (2001). Handbook of Personality Disorders. New York, Guilford Press. 
Marcuse, H. (1953). Eros y Civilización. Madrid, SARPE, 1983.
Puget, J. (Comp.) (1996). La Pareja. Encuentros, Desencuentros, Reencuentros. Buenos Aires, Paidós, 1999.
Segato, R. (2010). Las Estructuras Elementales de la Violencia. Ensayos sobre Género entre la Antropología, el Psicoanálisis y los Derechos Humanos. Buenos Aires, Prometeo, 2017.
Tesone, J. (2023). Un Dolor sin Sujeto. Marcas Disruptivas en el Psiquismo, Resignificadas. Buenos Aires, Letra Viva. 
Winnicott (1974). El Miedo al Derrumbe. En: Exploraciones Psicoanalíticas I. Buenos Aires, Paidós, 2009.

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