Cuando aquí se habla de codependencia, se hace referencia a un síndrome que está basado en un trastorno de personalidad.
La dependencia es confiar que algo o alguien nos puede dar el soporte vital, psicológico, económico o moral que necesitamos para vivir. Esto puede ser un craso error de elección o percepción. No se trata aquí de las personas que pueden sufrir la vivencia traumática de convivir con un adicto y que no presentan una estructura de personalidad lábil. La clave de esta diferenciación está en la angustia de separación. A una persona con un ego suficientemente fuerte o con capacidad de resiliencia, se le hará más fácil separarse del adicto.
El control del otro es la variable fundamental en la manifestación sintomática de la codependencia y puede llegar a grados psicóticos. La mujer codependiente ama y odia. Es una de las muestras más profundas de la escisión en un trastorno grave de personalidad, que se ha asentado en una vulnerabilidad emocional específica. Además, existe una condición traumática fijada en el tipo de relación que se ha tenido con el padre.
¿Cuál es la ganancia neurótica de la mujer codependiente? ¿Qué clase de impulso egoísta hay? ¿Cuál es el conflicto inconsciente?
Cuando hay odio desde la persona codependiente hacia su pareja, se hacen presentes pensamientos obsesivos, conductas impulsivas, las emociones están reguladas por la conducta del otro y existe una persistente necesidad de controlar al otro. Adicionalmente surgen celos desproporcionados e incluso delirantes. Esto último, puede hacer insostenible la relación, puesto que:
Una madre ausente o intrusiva produce una imposibilidad de ligarse al padre de manera apropiada y si éste se encuentra perceptivamente alienado o varía abruptamente en su manifestación ante la niña, el vacío que se hace presente es peculiar y demanda una reparación proyectada en la pareja que se conseguirá ligar. La mujer codependiente siempre tendrá en su inconsciente a una niña que nunca logrará el amor pleno del padre.
Al tener como manifestación egosintónica obtener aprobación y autoestima al ajustarse a las demandas de una persona explotadora, las mujeres con padres alcohólicos tienden a continuar en la búsqueda de oportunidades para ayudar a adictos en la forma de pareja.
La codependencia puede llegar a ser una “psicosis blanca”, puesto que está presente un núcleo psicótico cuyo significante es el altruismo aparente hacia la pareja adicta, que en realidad no lo necesita, pues la necesidad real de éste es contar con una fortaleza psíquica interna que le defienda de la compulsión por el abuso de sustancias. Con esto se va más allá de atribuir a la codependencia un carácter relativo a la neurosis obsesiva. Puede ocurrir que, ante la falta de alguien a quien depositar este deseo compulsivo de ayudar, ocurra un resquebrajamiento de la personalidad.
¿Cuál podría ser la oportunidad en estos casos de retirarse del objeto para no obsesionarse y con ello sufrir? Existen en términos de imposiciones sociales, trabajo, obligaciones familiares o determinadas conductas de tipo altruista algunas formas de “retiro psíquico”, pero en realidad se está desplazando al objeto significado de otra manera. ¿Cuál será la manera más sublime o adaptativa de hacerlo? La obsesión por la pareja es un derivado de un impulso anterior que ha sido reprimido.
Mientras el odio hacia el objeto original no desaparezca o al menos aminore mediante un perdón eficaz que implica una resignificación emocional, no será posible esta interminable sustitución de personas dependientes para ligarse a ellas.