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Al trabajar en la recuperación de adictos como psicoterapeuta, me he dado cuenta de que existen ciertas evidencias que podrían hacer mesurable el grado de recuperación que una persona involucrada en un proceso de recuperación puede llegar a tener. Esta es una perspectiva producto de la experiencia que pudiera unirse a otras versiones de la valoración de este proceso terapéutico. En principio, propongo diez formas de comportamiento relevantes:
- Se siguen principios espirituales. Se ha descubierto el poder que tiene la oración para evitar compulsiones e incluso transformar la vida.
- Se vive la gratitud activa, ayudando a otros adictos y se socializa más con la ayuda del servicio.
- Hay atención constante contra un posible proceso de recaída y se sabe pedir ayuda.
- Se procura un ambiente emocional sano y se evitan las relaciones tóxicas.
- Se reconoce la constancia para seguir en el proceso de recuperación y se prefiere la honestidad a la comodidad narcisista.
- Se es más responsable y no se proyectan culpas.
- No se da entrada ni a la manía, ni a la depresión, pues hay mayor tolerancia a la frustración y se contiene la ira. Además, se reconoce el enojo para evitar la depresión.
- Se cree firmemente en que se ha cambiado, se opina mejor de uno mismo.
- Se asumen las pérdidas y se acepta todo lo nuevo que llega.
- Se vive un día a la vez sin incertidumbre y caos. Hay certeza de que la aceptación fortalece a la recuperación. Se ama a la nueva persona que ha surgido en uno mismo.