Esta celebración ha sido constituida por la cultura hiperconsumista como la de las compras y gastos excesivos, para lo cual las masas visitan los palacios de ensueño en que se han convertido las plazas comerciales (Lipovestsky, 2006). Quienes quieren llenar su vacío existencial tienen en las compras navideñas un excelente pretexto. En esta época la sociedad de consumo hace explosión maniaca desde finales de noviembre y la situación no para hasta la segunda semana de enero. La gente está convencida de que debe comprar y llenarse a veces de algo que se supone perdido.
El bombardeo mercadológico navideño empieza un mes antes de la fecha, e incluso en la cultura americana está el Black Friday, que sucede al Día de Acción de Gracias para dar el banderazo de salida a la temporada. Recientemente en México los comerciantes, auspiciados por un gobierno permisivo y depredador del ahorro de la población, instituyeron el “Buen Fin”, también a finales de noviembre para el mismo propósito: despertar el apetito por el consumo. La obsesión de los economistas neoliberales por tener un dato de propensión al consumo positivo lo promueve artificialmente durante esos días señalados para el hiperconsumo, cuando los videos de personas peleando por ofertas en las tiendas se hacen virales en redes sociales.
En esta época se empieza a preparar a los niños a convertirse en personas consumistas, como lo demuestra la gran cantidad de anuncios de juguetes, promoviendo las ambiciones materiales. Esta presión social muy probablemente desarrollará actitudes patológicas hacia el consumo, sobre todo en los adultos jóvenes que comienzan a independizarse económicamente.
Además de su función utilitaria, para muchos las compras son una actividad placentera, una forma no dañina de manejar las emociones negativas o una manera de establecer y expresar la identidad (Dittmar, 1992), pero hay quienes se ven más afectados por la época navideña, sobre todo las que padecen trastornos graves de personalidad con rasgos impulsivos (Sansone, Chang et al., 2013). Como los alcohólicos, los compradores compulsivos viven la navidad en una situación riesgosa. El trastorno Compulsive Buying Disorder (CBD) está caracterizado por situaciones cognitivas y comportamiento respecto a comprar cosas que ni siquiera se necesita que llevan al sujeto al estrés excesivo y a situaciones económicas y familiares críticas. Normalmente esta adicción se encuentra asociada a trastornos de ansiedad, de abuso de sustancias, de comida compulsiva y otros del control de impulsos (Black, 2007). Es una preocupación con impulsos irresistibles y frecuentemente más allá de la capacidad de pago (Williams & Grisham, 2012).
Quienes intentan mantenerse abstinentes de su adicción a las compras deben ser muy cuidadosos para no recaer en esta época navideña, pero no hace falta un trastorno de este tipo para que en la época navideña los gastos se desboquen. Obviamente, los primeros tenderán a sufrir más, sobre todo si se financian con créditos al consumo como son las tarjetas. Dicho sufrimiento proviene de la sensación de vacío que subsiste aun después de la orgía dispendiosa.
Una observación psicoanalítica: se compra por envidia del otro y por identificación con él. Se pretende destruir la imagen de la persona envidiada siendo mejor que ella. Estas condiciones psicológicas del consumismo también generan sufrimiento y mayor sensación subjetiva de vacío.