Una vida balanceada en todas las áreas produce felicidad, pero no siempre estamos conscientes de que sea así, en gran parte porque en esta cultura posmoderna capitalista pareciera alcanzable para muchos si se tiene dinero y posesiones materiales.
De hecho, la gente vive obsesionada por lograr la felicidad mediante la acumulación monetaria. Otras personas basan su felicidad en el amor de otra persona –los amorosos–. Si no se es amado, no se es feliz; se vive en el sufrimiento del rechazo y el abandono. Estas personas tratan de conseguir relaciones amorosas y conservarlas aunque sean destructivas de manera frenética. Otros se convierten en fanáticos religiosos, pues afirman que la salvación es el fin último de una vida feliz. También los hay con obsesión en la belleza y la salud física y y otros para quienes la felicidad está basada en el reconocimiento y el poder.
El miedo a no ser feliz agobia. Creemos que los demás son más felices que nosotros y ni siquiera tenemos un concepto de cómo debería ser nuestra felicidad. Aquí se propone que el punto de partida para dicho estado anhelado es el balance entre todas las áreas de nuestra vida, de forma que en cada una tengamos logros apreciables. Un punto de partida es el balance entre las vidas personal y laboral.
¿Qué pasa cuando nos dicen que “tenemos puesta la camiseta” de la empresa donde trabajamos? Podemos enorgullecernos pero quizá por eso nos olvidamos de asumir compromisos familiares y en un plazo no muy lejano dicho olvido dará lugar a serios problemas existenciales.
En principio bastaría con pensar en un problema de asignación de tiempo y que se debe reacomodar la agenda para dedicarle más tiempo a la familia, pero no es así porque existen serias complicaciones. Entonces se necesita acceso a la comprensión y la empatía entre los miembros. La vida laboral tiene que darse en función de un constante ascenso en conocimientos y aptitudes; el estancamiento no produce felicidad y en este sentido el auspicio de la mejora continua desde la empresa hace a ésta un mejor lugar para trabajar. Sin embargo, dicho esfuerzo ascendente no debe poner en entredicho la cohesión de una familia.
Pero más allá de este equilibrio binario hay áreas vitales. Deberá incluirse el tema de la salud; es decir, quien desee éxitos laboral y familiar no debe soslayar el cuidado de su salud, consistente básicamente en una alimentación balanceada, una rutina de ejercicio cotidiana y cuidados preventivos basados en conocimientos científicos actuales. La salud mental es necesaria en el equilibrio existencial. Ser consciente de las emociones y darles palabra y significado, así como una noción de cómo se vive en relación con los demás permite alcanzar plenitud y conocer el lugar en la convivencia en todos los ambientes sociales.
Otro asunto vital es el relativo al dinero. Las finanzas no sólo deben estar equilibradas entre ingresos y gastos sino ir más allá: un comportamiento funcional que genere ahorros y no tenga un ritmo de gastos compulsivos para llenar vacíos existenciales. La adquisición de un patrimonio estable depende del ahorro y no del endeudamiento. Ser parte de una comunidad en la que se colabora servicialmente es primordial para una vida equilibrada. Si se desea una felicidad significativa es importante aportar a la sociedad. Los actos bondadosos con nuestros semejantes y su gratificación personal y anónima –no esperar ser reconocido por lo que se da– permiten una plenitud que no se tiene con logros personales, egoístas. La percepción de vivir en contacto consciente con un poder superior como cada quien lo conciba da lugar a una vida espiritual para la felicidad plena.
Poder abandonarse en un estado meditativo a la conciencia de ser parte del universo y que cada situación de vida está sujeta a dicha voluntad metafísica proporciona satisfacción espiritual que se transmite a otras áreas de nuestra cotidianidad. A esto se debe agregar valores para la conservación y la trascendencia del espíritu, puestos a prueba en una constante revisión de su cumplimiento.
