El dinero tiene significados inconscientes. En la vida conyugal puede representar la historia de la pareja desde que se constituyó,
pero en cada uno de sus miembros existe una historia psíquica particular vinculada con el dinero. Corresponde a proyectos idealizados, a las necesidades de control y triunfo sobre el otro, a la identificación con los valores sociales y costumbres capitalistas en las que el vínculo conyugal se halla inmerso. Los problemas de pareja relacionados con el dinero asocian paulatinamente al odio (Dimen, 1994) y para llegar a hacer eso a quien en su momento fue amado tiene que haber un significado profundo. En este mundo posmoderno, hiperconsumista, es hecho innegable que el dinero es causa de problemas íntimos. Para la mayoría de las personas que habitan en él tener dinero ahorrado está asociado a la sensación de bienestar (Ruberton, Gladstone y Lyubomirsky, 2016).
Todas las parejas deben hablar de temas de dinero, como puede ser quién pagará las cuentas, qué clase de activos y cuentas bancarias tendrán, qué tanto gasto personal será permitido, cuáles serán las adquisiciones a corto, mediano y largo plazos de bienes de consumo, duraderos y activos patrimoniales, el costo de la educación de los hijos e incluso la caridad y el tiempo de servicio voluntario a la comunidad. Los problemas con el manejo del dinero o tener actitudes disfuncionales hacia éste causan estrés en la relación, tanto que puede llevar a una crisis de separación o divorcio (Osteen y Neal, 2016). Es el caso de la adquisición de deudas impagables debido al deseo de sostener un nivel de vida irreal.
Freud decía en 1913 en sus Principios de tratamiento que los problemas de dinero son abordados por la gente civilizada en la misma forma que los temas sexuales, es decir, con inconsistencia, hipocresía y mojigatería. Esto no es una excepción en los temas de pareja en pleno siglo XXI, pues si bien el desarrollo capitalista ha dado lugar a múltiples transformaciones culturales, como es el fenómeno de la globalización de los mercados y el sistema financiero, al interior de las familias y las parejas la represión alrededor de los temas sexuales y monetarios persiste y pareciera que el dinero es un tabú más sólido que el sexo (Krueger, 1991).
Incluso la psicología había soslayado el tema del dinero hasta el advenimiento reciente de las teorías acerca del comportamiento económico, en las cuales confluye la psicología para que el comportamiento individual proporcione datos a la investigación (Camerer, 1999). Por otro lado, ha persistido la curiosidad psicoanalítica de investigar la contradicción entre dinero y amor (Dimen, 1994),
Las parejas problemáticas siempre traen a la consulta terapéutica los principales ideales y puntos de vista que consideran como el eje de la relación. En muchas ocasiones cada quien expresa sus temas y manifiesta enojado que las esperanzas e ideales que solían venerar acerca del futuro de su relación ahora se han venido abajo (Grier, 2011) y el dinero siempre vendrá a significar esa frustración.
Ciertamente, el dinero genera una gratificación narcisista importante, en un mundo capitalista donde la gente se compara por sus posesiones materiales. Las personas, cuando viven juntas, no pueden resistirse a la tentación de compararse y tener el afán poco cooperativo y patológico de superar al otro. Quizá vivan mundos de ambiciones dispares.
La obsesión por el dinero es un tema que el psicoanálisis ha tratado desde sus inicios. Karl Abraham, en un trabajo de 1917, citado en el escrito biográfico de su hijo (Abraham, 1974), hacía referencia al relato de pacientes que aliviaban su ansiedad gastando dinero y oscilaban en una fijación permanente y una vuelta hacia el mundo normal para luego regresar a esta forma de erotismo anal que explicaba Freud (1905) en sus “tres ensayos”. Según Abraham, dichos sujetos siempre estaban preocupados por temas intestinales y tratamientos asociados.
Se sabe que en estos tiempos la colitis nerviosa, el síndrome de colon irritable, es una sintomatología asociada a personas con alexitimia y al respecto se requiere consideración tanto de eventos negativos del pasado remoto y reciente como los derivados por la angustia producida por los problemas económicos de pareja como de aquellos referidos a la estructura de personalidad (Bengtsson, Sjöberg et al. 2013), siendo ambas situaciones disparadores de las pulsiones agresivas en la pareja.
La vida en pareja, dado su estrés cotidiano, produce afecciones somáticas, pero los sentimientos de compañía y empatía también tienen efectos ansiolíticos que se traducen en bienestar corporal. Los conflictos por el dinero se refieren tanto a la historia de la pareja y su presente en un contexto socioeconómico como al desarrollo de personalidad de cada uno de sus miembros antes de constituirla. Resolver estos temas desde principios de convivencia empáticos por lo que cada quien siente y desea acerca del dinero tenderá a mejorar la relación.
A veces algunas parejas, realmente muy pocas, deciden hacer un acuerdo prenupcial por escrito y a quien lo propone se le considera frío, calculador, interesado materialmente y controlador, mientras que al otro se le etiqueta como romántico, idealista, generoso y confiado. Sin embargo, esta clase de acuerdos podría funcionar para planear y comprometerse en pos de su futuro patrimonial juntos, dejando de lado fricciones y fortaleciendo el vínculo (Mellan, 2008). A final de cuentas, todas las parejas tienen acuerdos prenupciales latentes, ocultos, y es bueno descubrírselos el uno al otro.
Como todos los rasgos de carácter, la ambición material se encuentra dentro de un continuum desde una por sobrevivir a una en la cual se daña a los demás con tal de cumplir anhelos materiales irracionales, o también puede ser una espada de dos filos, es decir, el deseo exagerado por lo material es inversamente proporcional a las carencias emocionales de la niñez, sobre todo cuando el niño está aprendiendo a lidiar de forma incipiente con los adultos. Las personas narcisistas en la profundidad de su psique tienen un gran sentimiento de carencia y el dinero viene a ser un paliativo, una forma de llevar esa sensación subjetiva de vacío (Kernberg, 1998).
La incapacidad de manejar afectos evidencia cómo uno de los cónyuges provoca o agrava la agresión o la magnitud en la que se externaliza en la vida común y se dirige al otro que puede o no ser capaz de contenerla y procesarla (Zeitner, 2003). Esto es especialmente difícil respecto al dinero. Quizá éste, en forma inconsciente, una o separe a la pareja. Las discusiones en la vida marital hacen patente la pérdida del paraíso de la idealizada pasión que hubo en su génesis. Mientras más pronto se eleve a la conciencia el significado inconsciente que cada uno de los dos le da más pronto se podrá conciliar la agresión. Dice el junguiano Carotenuto (1991: 112-113):
Cuanto menos evolucionado está el individuo en el plano de la conciencia, tanto más la elección de la pareja estará dictada por motivos inconscientes que decidirán “sin su consentimiento” la actitud psicológica y emotiva que caracterizará al encuentro. La mayoría de las veces, el “matrimonio externo” se lleva a cabo sin ninguna conciencia del “matrimonio interno”…Nadie consigue explicarse cómo es posible que dos personas en apariencia incompatibles permanezcan juntas, y sin embargo todos los esfuerzos se dirigen al mantenimiento de la ambigüedad y de la falta absoluta de coherencia.
El dinero en la pareja puede ser una fantasía inconsciente de algo significativo que comparten los consortes en función de la angustia que les provoca y a lo cual deben oponer defensas psicológicas, tanto individuales como conjuntas (Morgan, 2010). Esto es destructivo respecto a un objeto odiado, una persona significativa de la infancia temprana. Es decir, se llega a odiar a lo que produce displacer porque se pone en un contexto que reproduce frustraciones del pasado. Se le quiere destruir o al menos mantener alejado, negado. A lo no placentero se le considera agresivo y se le opone también la agresión. Constituye un objeto de odio a quien se proyecta la agresión y las partes de valencia negativa del self. Las parejas concurren a la vida común con anhelos profundos, pero también con ideales impulsados por familias sobrevivientes en un contexto cultural narcisista (Lasch, 1982) con ideales que al no ser cumplidos someten a los sujetos a estados de ánimo depresivos, de pronto enfrentados al culpabilizar al cónyuge de la frustración por no alcanzar esas metas, entre las cuales pueden predominar las materiales.
Las diferencias hacia disputas agrias por el dinero son enloquecedoras. El odio generado por la frustración de gratificaciones narcisistas, idealizadas y prometidas al comienzo de la relación envenena la relación y con esta ponzoña se culpa al cónyuge de la pérdida de los ideales, fuera de una realidad alcanzable y que ha de ser aceptada para la mejor continuidad de la pareja.
Para odiar un objeto se requiere amar a otro. Durante la transición edípica el odio entre padre e hijo adquiere significado (Heald y Deluz, 1994). El hijo trata de ocupar el lugar simbólico del progenitor. Ser o no ser “como el él” es el problema fundamental y para ser uno mismo se requiere un monto de agresión para “matarlo” simbólicamente, odiarlo, como lo invocan los mitos.
Los objetos odiados tienen muchas presentaciones, persona, cosa (dinero, bienes materiales), fantasma, grupo. Se puede odiar a alguien por lo que representa como objeto interno, producto de una persona a quien se odió, aunque fuera de manera fragmentada. El odio se erotiza y se convierte en sadismo (Roudinesco, 2007), pero se ejecuta contra quien simboliza al objeto interno odiado.
Si se odia al cónyuge, se puede destruir los proyectos patrimoniales u obstaculizarlos. Se descalifica su trabajo, se le envidia destructivamente. El otro se esfuerza y trabaja y no sabe por qué su pareja sabotea lo logrado, por ejemplo con compras compulsivas. Siente ser el recipiente del odio, pero en el inconsciente de la otra,
El odio es ajeno al conocimiento, pues en gran medida proviene del inconsciente, por ignorancia y resistencia. En el proceso psicoterapéutico el sujeto debiera descubrir por qué odia a alguien. Se manifiesta como parsimonia económica, es decir frugalidad y moderación excesiva en los gastos, lo cual causa en el otro gran enojo, y también se convierte en odio.
Por ejemplo, en el caso de una relación entre un hombre dependiente, proveedor económico, y una mujer codependiente, administradora hogareña, el primero en muchas ocasiones toma decisiones patrimoniales basado en opiniones de la cónyuge aunque no lo asuma así, para luego culparla si las decisiones son desacertadas. Es difícil que este tipo de parejas decidan de común acuerdo pues el diálogo interno de él es más con el objeto del cual siempre quiso depender: la madre, y el de ella es con el objeto interno que siempre quiso controlar: el padre.
Las parejas deben tratar abierta y constantemente los temas relacionados con el dinero, pues el acceso a los ingresos y la forma de distribuirlos varía en la actualidad en que viven todas las familias, además de que los proyectos materiales siempre simbolizan la marcha de ambos como un self intersubjetivo, conformándose en etapas, un ente integrado que muestra con lo material un desarrollo psíquico.
1 La incapacidad de procesar (pensar adecuadamente origen y consecuencia) las emociones sentidas acerca de los problemas cotidianos es definida como alexitimia.
2 La empatía es una cualidad humana que desarrolla desde el primer año de vida y es parte de la evolución neuropsicológica del ser humano (Evans-Harris, 2013). Con ella se demuestra que en la evolución el cerebro se ha convertido en un órgano prosocial que tiende a priorizar la relación con los demás. El reconocimiento a profundidad del ser del otro es una experiencia emocional importante. Se siente la tristeza, el dolor o la alegría del otro como afectos profundos propios, contagiosos (Summers, 2012). Implica reconocer en sí mismo los defectos de carácter del otro (Kurtz y Ketcham, 1992) y un sentido de comunidad. Con ella se demuestra que en la evolución el cerebro se ha convertido en un órgano prosocial, el cual tiende a priorizar la relación con los demás.
3 Se entiende por fantasía inconsciente un concepto desarrollado ampliamente por el psicoanálisis desde los modelos intrapsíquicos de Sigmund Freud y Melanie Klein. Se centra en las actualizaciones que el sujeto hace de su experiencia externa con los objetos, poniéndolos en relación con las experiencias diádicas originales madre-hijo o padre-hijo. Esto permite explicar el tipo de relaciones con los demás (Gerson, 2008).
4 El self es una entidad subjetiva que explica de manera holística al ser humano en cuanto a su desarrollo psíquico y percepción de sí mismo en el momento presente. Existe un self ideal que se corresponde con los deseos parentales introyectados y otro real como autorrepresentación del sujeto (Jacobson, 1964).
5 El complejo de Edipo es un condensador de las fantasías alojadas en el inconsciente.
Referencias
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