Apostar compulsivamente es una adicción de proceso muy extendida en nuestros tiempos, un comportamiento obsesivo y compulsivo referido a una sensación subjetiva de vacío.
Quienes apuestan dinero y lo pierden sienten una urgencia alocada por volver a hacerlo, con la fantasía de ahora sí ganar; lo hacen porque tienen una sensación desagradable al momento de la decisión. Como se sabe, las probabilidades de ganar en cualquier caso están en su contra. No pueden estar consigo mismos y necesitan ayuda psicoterapéutica, además de su inclusión constante en reuniones de Jugadores Anónimos.
El adicto al juego también se encuentra cerca de la muerte; apostar lo lleva a donde predominan personas criminales, aunque no parezca, a frecuentar “casinos” en los que no tiene oportunidad alguna de ganar, y repite esta conducta una y otra veces, haciendo oídos sordos a las súplicas de sus seres queridos.
El adicto al juego, en apariencia, goza de la emoción y sentir el rush de hacerlo como algo muy divertido. Esa sensación lo mantiene en el tope de sus emociones y lo hace sentirse vivo: si no apuesta, no vive. Por eso, cuando se reconoce un gran problema con su manera de apostar, el adicto al juego debe dar un paso hacia su rehabilitación.