Las adicciones, tanto a sustancias como a procesos o conductas compulsivas, atacan la capacidad creativa del ser humano.
Se debe plantear la rehabilitación de los adictos como un esfuerzo cotidiano en pro de la creatividad. En ocasiones algunos creadores utilizan sustancias para estimularla; éstas pueden ser alucinógenas como la marihuana, o estimulantes como el alcohol y la cocaína, pero cuando se es adicto se llega al punto en el que la compulsión se vuelve contra uno mismo, sin que la negación se desmantele.
Crear es un acto en el que no caben la obsesión ni la compulsión; la mente debe estar inspirada. Desde la época clásica se consideraba al arte como una “locura divina” (Doyle, 2014). Keith Richards, el guitarrista de los Rolling Stones, ha confesado a la adicción como búsqueda, actuando como “un alquimista en pos del perfecto cocktail de rock and roll”. Pintores como Jackson Pollock y Vincent van Gogh experimentaban con intensas dosis de alcohol.
La capacidad de desarrollar ideas nuevas u originales, o producir inventos de utilidad, es uno de los más importantes rasgos cognitivos del ser humano. La inteligencia solamente se puede convertir en un recurso exitoso si se cuenta con creatividad; es decir, debe existir una ‘inteligencia creativa’ (Sternberg, 2006).
A veces, esta variedad de la experiencia psíquica está en la frontera de la psicopatología. La inteligencia creativa normalmente no es favorecida en los esquemas de educación tradicionales, en los cuales se tiende más a apreciar las habilidades analíticas y la buena memoria. De hecho, muchos de los tests de inteligencia subvaloran el aspecto creativo y personas con alto coeficiente intelectual no necesariamente son grandes creadoras (Andreasen, 2005).
Kay Redfield Jamison (2004) propone a la “exuberancia” como una condición psíquica creativa, relacionada en cierta manera con la enfermedad maniacodepresiva. La autora propone esta clase de exceso libidinal como una pasión por la vida, una virtud que “nos saca de los lugares comunes y nos lleva lejos”. Sin embargo, si la libido en extremo llega a tocarse y a “enredarse” con la energía tanática produce compulsiones lesivas, mortales. Personas creativas pueden presentar Trastorno Bipolar I, , encontrando una forma de automedicarse (Khanztian) que puede desarrollarles una adicción. Ésta es una de las claves para entender la adicción como un esfuerzo vital por vivir intensamente que de pronto se ve confundido al entrecruzarse con el instinto de muerte (Freud, 1921).
La adquisición de una adicción se relaciona con la preparación neurobiológica por la ingesta constante de una sustancia o la producción de neurotransmisores que generan placer. Nancy Andreasen (2005) orienta respecto a la neurobiología de la genialidad y la creatividad. Según ella, existe actividad cerebral específica asociada con el esfuerzo creativo vinculada con la resultante en estados de estimulación neurotóxica. El artista puede aislarse y ver su ser, mirarse en su obra; a veces debe huir del ambiente que le rodea habitualmente mediante una “fuga geográfica” o los estados alterados de conciencia, principiando con la estimulación, pero si lo domina la adicción quizá dañe su persona, relaciones y patrimonio.
El artista depresivo quiere salir de su noche oscura; se ha encontrado por medio del estudio de las distorsiones cognitivas reflejadas en sus escritos que los autores literarios deprimidos tienden a más afecciones del pensamiento que quienes no lo están (Thomas y Duke, 2007). Crear produce mejoras en la salud mental; es decir, la producción artística y su contemplación por parte del artista ocasionan estados mentales de satisfacción que contrarrestan los pensamientos deprimentes. Ser creativo sin sufrir adicciones u otra clase de psicopatología es lo deseable, incluso el creador que ya ha recurrido a sustancias psicoactivas para “sostener” su nivel creativo debe tender a sublimar.
Referencias
Andreasen, N. (2005). The creating brain: the neuroscience of genius. Dana Press, 2005, 225 pp.
Doyle, J. (2014). Art and addiction. Art times, 31(1), 19.
Thomas, K. M., & Duke, M. (2007). Depressed writing: cognitive distortions in the works of depressed and nondepressed poets and writers. Psychology of aesthetics, creativity, and the arts, 1(4), 204‐218. doi:10.1037/1931‐3896.1.4.204.
Freud, S. (1921). Más allá del principio del placer. Obras completas, T. XVIII. Buenos Aires, Amorrortu, 1989.
Redfield Jamison, K. (2004). Exuberance. The passion for life. New York, Vintage.
Sternberg, R. J. (2006). Creating a vision of creativity: The first 25 years. Psychology of aesthetics, creativity, and the arts, S(1), 2‐12. doi:10.1037/1931‐3896.S.1.