La pandemia de COVID-19 representa “la crisis sanitaria más importante de nuestro tiempo” (Adhanom, 2020b).
Los síntomas comunes de esta infección respiratoria ocasionada por el virus SARS-COV2 son fiebre, cansancio y tos seca, leves en la mayoría de los casos, pero graves para uno de cada cinco afectados, sobre todo personas de edad avanzada o que ya cursaban con otros problemas de salud; ningún medicamento ha probado curarla ni hay vacuna que la evite; tanto en casa como en el hospital, lo que se hace es aliviar los síntomas de los enfermos. (Organización Mundial de la Salud [OMS], s. f.).
Con base en la mecánica del contagio, algunas de las medidas recomendadas por la OMS (s. f.) para reducir la probabilidad de contraer la enfermedad o contagiarla son: limpiar y desinfectar superficies, lavar las manos a fondo y con frecuencia, evitar tocar ojos nariz y boca, cubrir boca y nariz con la parte interior del codo al toser o estornudar y seguir las indicaciones de las autoridades sanitarias a nivel nacional o local, puesto que son quienes toman en cuenta cada situación específica para implementar medidas que contengan los brotes, tales como restricciones en los desplazamientos o en las concentraciones de personas.
Pero si en países con economías prósperas, las desigualdades sociales no permiten a todos resguardarse en casa y cuidar a sus dependientes cuando esto es lo sugerido o requerido (cfr. Poole, 2020), la situación se torna apremiante en países donde una gran cantidad de personas vive al día y sin tener cubiertas las necesidades básicas. Como señala Agostoni (2015, p. 1335), la pandemia “magnifica las relaciones entre los sistemas económicos y las condiciones de existencia”. Esta dimensión socioeconómico de la pandemia figura ampliamente en la conversación pública. Algo que se menciona menos es la pobre presencia del pensar científico y el pensar político que serían necesarios para atender el llamado del Director General de la OMS (citado por Trilla, 2020, p. 176): “este es el momento de los hechos, no del miedo; de la ciencia, no de los rumores; y de la solidaridad, no de la estigmatización”.
Se supone que el sistema educativo, desde el nivel básico, forme el pensamiento racional y científico en oposición al fanatismo y al pensamiento mágico (cfr. Paz, De la Riva y Maciel, 2019), pero es posible que no esté alcanzando este propósito, puesto que al parecer la población en general tiene serios problemas para distinguir fuentes de información confiables, para comprender los objetivos de las medidas de prevención y para abordar las relaciones entre lo biológico y lo social implicadas en una epidemia (mencionadas por Agostoni, 2015). En términos concretos: “Hablar de modelos, matemáticas, gráficas, porcentajes no le dice absolutamente nada a mucha gente” (Do, 2020). Este problema crece con la complejidad de los objetos o fenómenos a considerar.
Lo anterior explica, en parte, la dificultad para pensar en términos de salud comunitaria, que ya se notaba con el progreso del movimiento antivacunas. Sin embargo, esta dificultad también tiene relación con lo que se ha llamado “ruptura del lazo social” o del “tejido social”, que conlleva la desconsideración del otro, de los otros. Desde las disciplinas científicas, haría falta un pensar político que aborde el modo en que se dan los vínculos interpersonales y sociales y el modo en que estos vínculos dan cuenta de identidades y capacidades (cfr. Gioscia, 2009). En cuanto a las personas: “Son días de tomar conciencia (y no amablemente) que también hay cuerpo social del que somos parte” (Carolina, 2020).
Las crisis evidencian las faltas y, como señala Agostini (2015), una epidemia desata un ambiente de crisis individual y colectiva. La pandemia, en términos de Benyakar (2016), altera la capacidad integradora y de elaboración del psiquismo; de hecho, se aprecian las características que este autor menciona como potenciadoras de la capacidad disruptiva de un evento:
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La pandemia “amenaza la integridad física propia y la de otros significativos” (p. 20).
Si bien, para la mayoría de las personas en el mundo, el riesgo de enfermar es bajo, “hay algunos lugares (ciudades o zonas) […] donde el riesgo […] es más elevado” (OMS, s. f.) y, como ya se señaló, para las personas mayores o las que cursan con otros problemas de salud, el riesgo no es solo de enfermar sino también de ponerse graves, necesitar atención hospitalaria y, eventualmente, necesitarla cuando el sistema de salud esté al límite de su capacidad. La enfermedad obligaría a tomar decisiones costosas en varios sentidos y esto puede empezar a aparecer en las fantasías de las personas, causando ansiedad.
Cabe suponer que quien no se encuentra en el grupo de riesgo aprecia al menos a alguien que sí está en este grupo.
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Al ser una situación sin precedentes, puede no ser interpretable con los parámetros culturales conocidos.
Si bien las epidemias son parte de la Historia de la humanidad (cfr. Agostini, 2015), nuevos desafíos surgen ante la movilidad actual de las personas (Martín, 2020) y el tipo acceso a la información que hizo posible el Internet (Cayla, 2009). Estos ya fueron afrontados en 2009, con la pandemia de gripe H1N1 (Amela, Cortes y Sierra, 2010); pero en ese momento no se rastreó el virus, como ahora, desde su emergencia hasta su “propagación mundial continua”, ni había la cantidad actual de personas con problemas de salud crónicos (Fieden, citado por Howard, 2020). Tampoco tienen precedente las medidas de confinamiento que en esta ocasión han sido adoptadas por varios países (Alocución de apertura…, 2020).
Los expertos reconocen que se trata de una situación “cambiante, llena de incertidumbre al respecto de cuál puede ser su evolución a corto, medio y largo plazo” (Trilla, 2020). Trilla (2020) escribía que el escenario más probable en España era “hacer frente a un número limitado de casos importados y posiblemente a algunos casos secundarios” y lo que ocurrió fue muy diferente.
Pero no solo la situación sanitaria en sí misma puede ser de difícil interpretación. Lo son también y tal vez en mayor medida, las modificaciones necesarias a las costumbres, pues estos cambios desplazan dolorosamente significados identitarios (Fuentes, 2020); por ello puede ser sumamente duro asumir la necesidad de no dar la mano para saludar, no abrazar al amigo o no visitar a los abuelos.
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Dada la velocidad con la que se propagó la enfermedad, la llegada de la pandemia a un país es relativamente inesperada.
Se podría señalar que la comunidad internacional fue alertada de lo que podía ocurrir; sin embargo, el primer brote se da en China, en diciembre de 2019 y la OMS (citada por Howard, 2020) hace una declaración de pandemia, el 11 de marzo de 2020: fue muy poco tiempo para procesar lo que iba a ocurrir o para que la población en general se concientizara respecto a lo que estaba sucediendo. Muy poco tiempo, también, para procesar la cantidad de muertes. El 25 de marzo, el Director General de la OMS hablaba de 16,000 defunciones en el mundo y al día siguiente hablaba de 20,000. (Adhanom, 2020a, 2020b) Habrá necesidad de un duelo colectivo que, este también, será algo sin precedentes.
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Las medidas de distanciamiento social interrumpen los procesos habituales con los que se mantiene el equilibrio y distorsionan el hábitat cotidiano.
Para empezar, el estado de alarma es incompatible con la normalidad. Cuando se le suman medidas de distanciamiento social, la situación es abrumadora para algunas personas (https://coronavirus.gob.mx/salud-mental/). Estas medidas pueden dirigirse al “entorno escolar, laboral y comunitario” (Amela, Cortes y Sierra, 2010, pp. 499-500) y pueden incluir, como es el caso en México en este momento, la suspensión de clases y la indicación de permanecer en casa en la medida de lo posible. No ir a la escuela o al trabajo mueve los referentes a partir de los cuales se organiza la cotidianeidad. No salir de casa pone a algunas personas en riesgo de aislarse emocionalmente. Un déficit de interacciones y de contacto físico daña la salud (Fuentes, 2020).
En las familias que viven violencia, la tensión incrementa el riesgo de agresión. Simonovic (citada por ONU México, 2020) explica que, por un lado, el protagonismo de la enfermedad en la vida pública hace que se preste menos atención y se brinde menos apoyo a las mujeres que viven violencia en sus familias; por otro lado, el hecho de que la mujer tenga menos libertad de movimiento y mayor carga de trabajo doméstico aumenta el poder de los perpetradores de violencia. La situación no es mejor para las niñas y los niños maltratados, para quienes el quedarse en casa significa alejarse de los espacios donde se encontraban seguros y de las personas a quienes eventualmente podían pedir ayuda.
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Finalmente, se deteriora el sentimiento de confianza en los demás cuando se sabe que algunas personas expuestas al virus eligieron no aislarse o que otras personas acapararon productos, contribuyendo a producir desabasto, aunque sea temporal.
Lo que viene…
“Yo personalmente odio el sofisma de Churchill ‘no dejar que una buena crisis se desperdicie’, que ignora alegremente el costo humano y las tragedias personales”, escribe Poole (2020, traducción propia). Sin embargo, son valiosos los llamados del Director de la OMS (2020a, 2020b) a la solidaridad mundial, a poner atención en los más vulnerables, al reconocimiento de la importancia de transmitir esperanza; es valioso el llamado de los profesionales de la salud al actuar responsable (por ejemplo, Martín-Moreno, 2020); es valioso el llamado a usar la tecnología como medio para compartir la alegría y el conocimiento (por ejemplo, Fuentes, 2020); es valioso el realce que se está dando a la salud mental, el autocuidado y la perspectiva de género (por ejemplo, el Gobierno de México, https://coronavirus.gob.mx/salud-mental/). Aunque “la experiencia histórica constata que cuando termina una epidemia sobreviene una suerte de amnesia colectiva” (Agostoni, 2015, p.1336), será bueno que estos llamados se escuchen, que este realce continúe.
Referencias
Adhanom, T. (2020a). Alocución de apertura del Director General de la OMS en la rueda de prensa sobre la COVID-19 celebrada el 25 de marzo de 2020. Recuperada de: https://www.who.int/es/dg/speeches/detail/who-director-general-s-opening-remarks-at-the-media-briefing-on-covid-19—25-march-2020
Adhanom, T. (2020b). Alocución del Director General de la OMS en la Cumbre Extraordinaria de Líderes del G20 sobre la COVID-19 – 26 de marzo de 2020. Recuperada de: https://www.who.int/es/dg/speeches/detail/who-director-general-s-remarks-at-the-g20-extraordinary-leaders-summit-on-covid-19—26-march-2020
Agostini, C. (2015). Reseña de El miedo a morir. Endemias, epidemias y pandemias en México: análisis de larga duración. En: Historia mexicana, 64, 3, 1332-1337.
Amela, C., Cortes, M. Sierra, M. J. (2010). Bases epidemiológicas para la toma de decisiones sobre medidas de salud pública (no farmacológicas) durante la respuesta a la pandemia de gripe (H1N1) 2009. Revista española de salud pública, 84, 497-506. Recuperado de: https://www.scielosp.org/article/resp/2010.v84n5/497-506/pt/
Benyakar, M. (2016). Lo disruptivo y lo traumático. San Luis: Nueva editorial universitaria. Recuperado de: http://www.neu.unsl.edu.ar/wp-content/uploads/2018/03/Discruptivo-traumatico.pdf
Carolina [Candora]. (2020, 26 de marzo). Son días de tomar conciencia (y no amablemente) que también hay cuerpo social del que somos parte. [Tweet]. Recuperado de: https://twitter.com/Candora_/status/1243178896184483840
Cayla, J. A. (2009). Epidemias mediáticas: una reflexión para la salud pública. Gaceta sanitaria, 33, 5. Recuperado de: http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S0213-91112009000500002&script=sci_arttext&tlng=pt
Do [DoLaraC]. (2020, 29 de marzo). Yo sí creo que quienes dan las conferencias de la ss podrían hacer un mejor esfuerzo para transmitir la información. Hablar de modelos, matemáticas, gráficas, porcentajes no le dice absolutamente nada a mucha gente. [Tweet]. Recuperado de: https://twitter.com/DoLaraC/status/1244447365228122112
Fuentes, A. (2020, 25 de marzo). El fin del apretón de manos: el virus visto desde la antropología. El País. Recuperado de: https://elpais.com/cultura/2020/03/25/babelia/1585148542_239017.html
Gioscia, L. (2009). ¿Por qué el pensar político de Hannah Arendt importa en la currícula de filosofía? Revista Sul-Americana de Filosofia e Educação, 11, 118-125. Recuperado de: https://www.academia.edu/822571/_Por_qu%C3%A9_el_pensar_pol%C3%ADtico_de_Hannah_Arendt_importa_en_la_curr%C3%ADcula_de_filosof%C3%ADa
Howard, J. (2020). ¿Qué es una pandemia? CNN. https://cnnespanol.cnn.com/2020/03/11/que-es-una-pandemia/
Martín, J. M. (2020). Afrontando el COVID-19: Un reto de colaboración social para evitar el colapso del sistema de salud. Gaceta médica. Recuperado de: https://gacetamedica.com/opinion/afrontando-el-covid-19-un-reto-de-colaboracion-social-para-evitar-el-colapso-del-sistema-de-salud/
Paz, V., De la Riva, M. y Maciel, S. (2019). La enseñanza de la Biología, en las escuelas formadoras de docentes de educación básica en México, siglo XX. Bio-grafía. Escritos sobre la Biología y su Enseñanza. Edición Extraordinaria, 765-774. Recuperado de: https://revistas.pedagogica.edu.co/index.php/bio-grafia/article/view/10974/7770
Poole, N. (2020) If not now, When? Manuscrito aceptado, sujeto a cambio durante el proceso de edición y producción. Cambridge University Press. Recuperado de: https://www.cambridge.org/core/journals/bjpsych-bulletin/article/if-not-now-when/C2188F1AF95A716CB8ADB01ECC3C2B38
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ONU México (2020). Los estados deben combatir la violencia doméstica en el contexto de las medidas de emergencia de COVID-19, dice experta de la ONU. Recuperado de: http://coronavirus.onu.org.mx/los-estados-deben-combatir-la-violencia-domestica-en-el-contexto-de-las-medidas-de-emergencia-de-covid-19-dice-experta-de-la-onu
Trilla (2020). Un mundo, una salud: la epidemia por el nuevo coronavirus COVID-19. Recuperado de: http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/152837/1/Trilla_A_Medicina_Cl_nica_2020.pdf